Nada de travesuras con Dios
Algunos, en época de cualquier adversidad, dicen: “¡Dios no existe porque sucedió algo malo conmigo!”.
Pero ¿y el Bien que se da con los demás a cada minuto y que otrora se dio contigo? ¿Qué estará sucediéndole? Los quejosos se olvidan, a veces por egoísmo, porque están sufriendo en aquel momento —y que ya tuvieron varias ocasiones de felicidad— pero, muchos y muchos, en este justo momento, manifiestan gran alegría. Aun así, conforme afirmé en mi libro Sabedoria de Vida [Sabiduría de Vida] (2001), Dios es la Divina Compasión al esclarecer a los pesimistas intransigentes.
Además, con este pensamiento, no deseamos menoscabar las angustias de nadie que pueda estar llorando una vida entera de sufrimientos. Eso sí, trabajamos por disminuir el calvario de esos queridos seres espirituales y humanos, al presentarles el supremo ejemplo del Cristo, que, siendo el Hijo Amantísimo del Padre Celestial, padeció el martirio de un mundo hasta hoy salvaje, y en él también hizo brillar más Luz, Poder y Autoridad, no para Sí mismo, sino también para Sus hermanos y hermanas, reitero.
Pero, un gigantesco paso para la realización personal es liberarnos del egoísmo exacerbado, que no nos deja reconocer en la felicidad ajena un fuerte impulso para la sustentación de nuestra Alma.
En el libro Cómo Vencer el Sufrimiento (2017) aconsejé: Quien quiera disminuir su dolor ayude a los que sufren.
Y en mi artículo “Aplacar la tempestad”, publicado en 2013 en diversos periódicos y sites, escribí: Ante las más variadas situaciones en que el dolor y el sufrimiento llegan, muchas veces sin avisar, es imprescindible el gesto solidario de las personas que prestan ayuda espiritual y material al prójimo. Y, junto a ese apoyo inmediato, es necesario alimentar la fuerza de la esperanza y de la Fe que Realiza, que llevan al ser humano a mantenerse bajo la protección del Padre Celestial y lo incitan a remangarse y concretar sus más justas súplicas.
Muy a propósito estas bellas palabras de la poetisa norteamericana Emily Dickinson (1830-1886):
“Si puedo impedir que un corazón se rompa,
“no habré vivido en vano;
“si puedo aliviar el dolor de una vida
“o aplacar una pena,
“o ayudar a un pájaro agotado
“a regresar al nido,
“no habré vivido en vano”.
Por lo tanto, es hora de —con decisión— dejar de apuntarLe a Dios por nuestras travesuras, entre ellas la de arruinar nuestra morada colectiva, mientras bizantinamente discutimos “cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler”.
Los comentarios no representan la opinión de este site y son de responsabilidad exclusiva de sus autores. No se permite la publicación de materiales inadecuados que violen la moral, las buenas costumbres y/o los derechos de terceros. Más información en Preguntas frecuentes.