Extraordinaria misión de los Fieles Mensajeros de Dios
El que los escucha a ustedes, me escucha a mí. El que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió [es decir, al Padre, que está en el Cielo].
Jesús (San Lucas, 10:16)
Ante esto, es necesario tener cuidado al propagar lo que Jesús dejó escrito por intermedio de los Evangelistas. Si usted no transmite correctamente las enseñanzas del Cristo Ecuménico, el Divino Estadista, la persona que las escucha adjudicará a Él la mala lección recibida. Al alterar el sentido de los preceptos celestiales, el vacilante estará en una posición delicada ante la Justicia Eterna, pues estará sirviendo como instrumento al “lobo invisible”, para el desvío de las ovejas del Señor.
Con el fin de ser fiel mensajero de la Palabra de Dios, el evangelizador no necesita inventar nada. Es suficiente que abra y lea el Evangelio y el Apocalipsis de Jesús con el corazón iluminado por el Amor Fraterno y el cerebro esclarecido por la Verdad Divina. Analice todo en Espíritu y Verdad, a la luz del Nuevo Mandamiento del Sublime Pastor —“Ámense como Yo los he amado. Solamente así podrán ser reconocidos como mis discípulos” (Evangelio del Cristo, según San Juan, 13:34 y 35). Lo que siempre se debe guardar en la mente es que no se puede predicar con odio lo que el Padre Celestial enseñó con Amor. Cuando todos estudien, de igual modo, la Buena Nueva y el Libro de las Profecías Finales, llegaremos al momento culminante de esa tarea extraordinaria, la que Jesús concedió a nuestra modesta capacidad. El Maestro puede parecer, a ciertos ojos humanos, divinamente incoherente. Sin embargo, Él no lo es.
Mi coherencia es el bien de mi semejante
Recuerdo la siguiente reflexión de Ralph Waldo Emerson (1803-1882), que a Gandhi (1869-1948) le gustaba citar: “La coherencia necia es el caballo de batalla de los mediocres”.
En algunas ocasiones, expliqué que es cierto que el Mahatma no estaba, al propagar el raciocinio de Emerson, preconizando el pensamiento desgobernado, la incoherencia grosera. Siendo un hombre de pensamiento amplio, él comprendía perfectamente que tal “coherencia” sirvió de pretexto a muchos que no querían avanzar. Por esta razón, buscaba que el estándar común de comprensión de las personas despuntara: la coherencia de la moral divina, que todos nosotros tenemos que aprender.
No podemos, por lo tanto, actuar irresponsablemente, queriendo atribuir a esa expresión un sentido criminal reprochable.
Inspirado por la antigua sabiduría de los hindúes, Mohandas todavía decía: “La ruta que conduce a la Verdad fue construida para los intrépidos”.
En mi libro Reflexiones y Pensamientos — Dialéctica de la Buena Voluntad (1987), fundamentado en el ejemplo de Jesús, el Cristo de Dios, escribí que mi coherencia es el bien de mi semejante.
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