La Paz de Dios en nosotros
El 26 de octubre de 2013, cuando celebrábamos un aniversario más del Templo de la Buena Voluntad (TBV) —que inauguré el 21 de octubre de 1989, en el Distrito Federal (Brasil)— el pueblo llenó sus dependencias, en una gran peregrinación, conforme destacó el Jornal de Brasília. El tema elegido para la festiva fecha fue “La paz de Dios en nosotros”. La Paz “que el mundo no les puede dar” (Evangelio de Jesús, según San Juan, 14:27) y que las exigencias de la vida moderna, aliadas a la creciente ola de violencia en todo el planeta, ya sea en el ámbito privado o público, le han dificultado al ser humano disfrutarla en su plenitud.
Por cierto, una de las fundamentales contribuciones del Templo de la Paz, como también es conocido, es devolverle al ciudadano el equilibrio del Alma, por medio del silencio interior, haciéndole despertar en sí mismo, la esencia del Padre Celestial que lo sostiene, pues somos creados a Su imagen y semejanza, en Espíritu.
Somos, entonces, inmortales, porque la Vida continúa después del fenómeno llamado muerte. Hecho que fortalece nuestra creencia de que los muertos no mueren, conforme usted podrá leer, en varios idiomas, en la entrada de la Sala Egipcia, concurrido ambiente de la Pirámide de la Paz.
La Paz no es una utopía
Con el TBV, hemos interiorizado en los corazones la Paz de Dios prometida por Jesús, el Cristo Ecuménico, el Divino Estadista. Con el Parlamento Mundial de la Fraternidad Ecuménica, el ParlaMundi de la LBV —que, al lado de la Pirámide de las Almas Benditas, la Pirámide de los Espíritus Luminosos, constituye el Complejo Ecuménico Buena Voluntad— estamos invitando a los seres humanos y espirituales a exteriorizar, de manera más profunda, esa misma Paz que el mundo, hasta los días actuales, no se ha atrevido a experimentar.
La propuesta del TBV no es una utopía. Él inspira la Fe que Realiza en sus frecuentadores, proporcionándoles serenidad, esperanza, salud espiritual y material. Además, de acuerdo con una investigación divulgada en ese período por Datafolha, para el 85 % de los brasileños, creer en Dios, en un Ser transcendente, hace a las personas mejores. (...)
¡Qué la Paz de Dios —que se singulariza en la satisfacción del deber cumplido— pueda estar y permanecer sobre todos, eternamente!
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