Newton, la gota y la Vida Espiritual
En el periódico Correio Braziliense, del 10 de febrero de 1987, recordé la máxima del gran científico, médico, bacteriólogo, epidemiólogo y sanitarista brasileño Dr. Oswaldo Cruz (1872-1917), que Alziro Zarur (1914-1979), inolvidable fundador de la Legión de la Buena Voluntad (LBV), citaba siempre y nos sirve de permanente incentivo también en el área de la enseñanza: “No desanimar para no desmerecer”.
He ahí. Simplemente se trata de la educación de superior calidad, no solo en el campo del intelecto, sino en aquello que somos en sustancia: Espíritu. Alguien puede responder que la Ciencia no probó aún la realidad de la Vida después de la muerte. No obstante, debemos reflexionar sobre el hecho de que la gloriosa Ciencia, sin la que no lograríamos subsistir, en términos modernos, es muy nueva en este planeta para que algunos de sus esforzados defensores la entronicen como detentora de toda la Verdad. Ahora, ¡sería puro dogmatismo! Por lo tanto, todo, menos Ciencia. Hay mucho por investigar. Sir Isaac Newton (1643-1727), que no necesita presentación, ponderaba: “Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano”.
Ante la amonestación del sabio enunciador de la Ley de la Gravedad, que fue un valiente descifrador del Apocalipsis, soy llevado a reflexionar en cuanto a la Vida Espiritual, aún más teniendo en cuenta lo que aquel inglés notable humildemente concluyó: “Tengo la sensación de haber sido solamente un niño jugando en una playa y divirtiéndome al encontrar de vez en cuando un guijarro más liso o una concha más bonita de lo habitual, mientras el gran océano de la verdad se extendía ignoto ante mí”.
La Ciencia no es un dogma. Razón por la que el deber de pensar y el comportamiento científico imparcial ante la Verdad son atributos del auténtico científico. Por esto, afirmo siempre: lo que la Religión intuye la Ciencia un día comprobará en laboratorio.
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