El discurso de Roosevelt y el Apocalipsis
En el discurso que dio Franklin Delano Roosevelt (1882-1945), el 4 de marzo de 1933, al asumir como Presidente de los Estados Unidos de América, encontramos estas palabras, que tienen mucho que ver con lo que preconizamos:
El derecho de no tener miedo
“Permítanme afirmar mi profunda convicción de que lo único a lo que debemos temer es al propio miedo: terror sin nombre, sin razón, injustificado, que paraliza todos los esfuerzos necesarios para transformar el retroceso en avance”.
En este momento crucial de la Historia, busquemos la seguridad en Dios y tomemos de las manos a aquellos que realmente trabajan por un mundo mejor y por una Humanidad más feliz, antiguo slogan de la Legión de la Buena Voluntad. Buscaremos, como aconseja Roosevelt, “transformar el retroceso en avance”, es decir, miedo en conocimiento, por lo tanto, en luz, pero, con la claridad que tenemos, venciendo miles de temores, para construir el mundo nuevo prometido por Dios. Vean bien: por Dios en el Apocalipsis (21:3 y 4):
El nuevo cielo y la nueva tierra
“3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres. Él morará con ellos, que conformarán su pueblo y Dios mismo estará con ellos como su Dios.
“4 Y enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos, y ya no habrá más muerte ni habrá más llanto, ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas pasaron”.
Miedo versus supervivencia
Tenemos libre albedrío... Dios lo respeta. Sin embargo, si la siembra es libre, la cosecha es inevitable. Cuando explico, en mis discursos, espontáneos, sin previa preparación, que no nos conviene cultivar temores del Apocalipsis (el último libro de la Santa Biblia), es porque se trata de una providencial advertencia sobre la conclusión de la siembra que practicamos. Nunca dije que aquellos mensajes escritos allí con letras de fuego son historias fantásticas. Estoy, sí, convocándolos a que presten atención al hecho de que el miedo no es un buen profesor para enseñarnos a vencer nada. Donde el temor se instala, la Libertad no fructifica; donde existe el odio, reina la debilidad. Si hay algo a lo que tenemos que temer, no es al Apocalipsis. Él es nuestra fortaleza. Las malas posturas humanas son las que pueden causar pavor. Sin embargo, hasta esto necesitamos superar por la fuerza de las providencias debidas, tomadas a partir de nuestra integración a la Sabiduría Divina. En caso contrario, actos de irresponsabilidad planetaria son capaces de llevarnos a una destrucción sin precedentes de la civilización como la conocemos. La amenaza de una confrontación total no disminuyó. Ni con el fin de la guerra fría ni con los acuerdos internacionales. Decenas de artefactos atómicos están desaparecidos. Permanece el peligro del contrabando de material bélico, del bioterrorismo y también de los residuos radioactivos. Hechos gravísimos.
Bendita obstinación
Aunque, obstinadamente continuemos creyendo finalmente en el sentido común de los seres humanos. Hasta aquí la sociedad ha logrado sobrevivir. Bendita obstinación, que se muestra superior a las locuras de muchos de los que tienen poder en este mundo. Además, como exclaman los hermanos musulmanes: “¡Dios es grande!”. Por lo tanto, ¡vivir es mejor!
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