Reflexionar, orar y actuar solidariamente
Desde la madrugada del lunes, 6 de febrero, todos estamos conmovidos por las consecuencias del terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter, cuyo epicentro fue en Kahramanmaras, en el suroeste de Turquía, cerca de la frontera con Siria, provocando gran destrucción en esos dos países. Tras el temblor inicial, se registraron alrededor de 2000 réplicas, en un radio de 250 kilómetros, afectando a cientos de ciudades. Hasta el cierre de este artículo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) informó que más de 35 000 personas murieron en las zonas afectadas, además de decenas de miles de heridos y desaparecidos. Se estima que alrededor de 1,5 millones de personas están sin hogar. Israel, Irak, Chipre y Líbano también sintieron los efectos de este terremoto, pero, afortunadamente, no hubo víctimas en esos lugares. La OMS también estima que 26 millones de personas estuvieron potencialmente expuestas a las consecuencias de esta catástrofe.
Dirigimos nuestras más sinceras vibraciones de solidaridad a los que sufren con lo que está siendo considerado el séptimo desastre natural más grande del siglo XXI. En cuanto a quienes nos precedieron en el camino de la Gran Patria Espiritual, el Mundo de la Verdad, nuestro consuelo es que los muertos no mueren. Dondequiera que estén, están más vivos que nunca. Pedimos el amparo compasivo de los Ángeles Celestiales, las Almas Benditas, los Espíritus Luminosos, las Deidades Tutelares, en fin, los seres amigos que abrazan a nuestras Hermanas y a nuestros Hermanos desencarnados en estos días de dolor. Jesús, el Cristo Ecuménico, el Divino Estadista, ampara a todos los habitantes de la Tierra y del Cielo de la Tierra, con Su Amor Infinito. En Su Redentor Apocalipsis, capítulo 21, versículo 4, Él nos fortalece:
—Dios enjugará las lágrimas de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni más llanto, ni lamento ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
En este momento difícil, nuestros corazones también se llenan de Fe al observar la empatía del mundo, con la movilización de más de 70 países, que envían ayuda humanitaria y equipos de rescate. Brasil también está colaborando con sus esfuerzos y apoyo. En mis prédicas fraternas, siempre subrayo el innegable valor pragmático de la Caridad, la Fraternidad, la Generosidad. No se trata, en absoluto, de dar pan viejo a una persona necesitada que no tiene dónde caer y alejarse de ella lo más rápido posible. ¡La Caridad es la fuerza que nos mantiene de pie! La Caridad expresa energía, capacidad, calidad, respeto, afecto, cariño y muchos otros elementos. Cuando nuestras vidas son áridas —por la falta de conexión con la Buena Voluntad de Dios— a veces apenas nos damos cuenta de ¡cuánto nos hace falta la Caridad Celestial!
Por eso, les invitamos a todos a la reflexión, a la oración y a la acción solidaria. Es necesario unir nuestros mejores sentimientos en torno a los que sufren y renovar nuestra Esperanza en la fuente inagotable que abastece toda vida en el Cosmos: Dios, Madre-Padre de la humanidad, independientemente de nuestras creencias e incredulidades.
Mis Hermanas y mis Amigos, mis Amigas y mis Hermanos, que nos acompañan por todos los medios de comunicación: radio, televisión, Internet, publicaciones impresas y la inmensa audiencia de la Super Red Buena Voluntad de Comunicación, en la Tierra y en el Mundo Espiritual Elevado, vibren en la poderosa cadena ecuménica de oración del Templo de la Buena Voluntad, entonando conmigo y con el talentoso Coro Legionario, una fervorosa oración en forma de poesía y música, titulada “Dios es mi fuerza”. Supliquemos a lo Alto para que los pueblos del planeta, especialmente en Turquía y Siria, reciban el Beneplácito Sublime a las rogativas que se dirigen, en este momento, al Misericordioso Corazón de Dios o Alá (como llaman nuestros Hermanos musulmanes al Creador de los mundos). ¡Atiende, Señor, a estes pedidos!
DIOS ES MI FUERZA
Porque mi fuerza,
con mi canto, es Dios.
Porque mi fuerza,
con mi canto, es Dios.
He aquí que Dios es mi salvación,
y en Él confiaré y no temeré.
Porque mi fuerza,
con mi canto, es Dios.
¡Y Él es mi salvación!
¡Es Dios de Amor!
¡Él es Dios de Amor!
¡Él es Dios de Amor!
¡Él es Dios de Amor!
¡Dios de Amor!
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