Espiritualidad y medicina aliadas en el tratamiento de trastornos mentales
Los diagnósticos de depresión y ansiedad graves, así como trastornos psicóticos de humor de personalidad, han aumentado, ocasionando una gran preocupación. Según datos divulgados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 23 de febrero de 2017, aproximadamente 322 millones de personas en el mundo están afectadas por la depresión, lo que corresponde al 4,4 % de la población mundial. El número aumentó un 18,4 % entre 2005 y 2015. La OMS estima que, en 2020, esas enfermedades serán la principal causa de alejamiento laboral.
Aunque parte de esos casos puedan estar catalogados de forma imprecisa como trastornos —pues entendemos que también existe un conjunto de manifestaciones naturales de una sensibilidad espiritual que necesita equilibrio y orientación específica—, se observa que el tema es verdaderamente digno de una mirada más atenta de la sociedad, cuidadosa y libre de cualquier prejuicio.
A final, todavía queda mucho por comprender, espiritual y materialmente hablando. Por lo tanto, no hay que avergonzarse ni temer a los diagnósticos de esa naturaleza. Es necesario encararlos con serenidad y Fe que Realiza, con el fin de enfrentar y superar cualquier aspecto clínico adverso, contando siempre con el indispensable amparo de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo. Suelo afirmar que el organismo humano es la más extraordinaria máquina del mundo. Pero, aun así, falla. Sin embargo, con el Amor Fraterno incluso los remedios empiezan a tener mejores resultados. (...)
Pari passu con las políticas públicas y con la atención médica, psiquiátrica y psicológica brindada a los pacientes, no se puede ignorar, en los diálogos en familia y en la comunidad, el debido apoyo social y la imprescindible presencia de la Espiritualidad Ecuménica. Es indispensable aclarar a quienes nos rodean la importancia de seguir con seriedad el tratamiento con medicamentos y psicoterapéuticos prescritos, por cuanto es Jesús, el Taumaturgo Celestial, quien nos asegura: “Por su perseverancia salvarán sus Almas” (Evangelio, según San Lucas, 21:19).
El Mundo Espiritual no es una abstracción. Él es (aún) invisible, pero existe. No abdiquemos de su valiosa contribución a nuestra mejora física, que tiene inicio en la salud espiritual.
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