Advertencia a los Jóvenes
A continuación, reproduzco un artículo de autor anónimo que presenté en la Super Red Buena Voluntad de Radio, con gran repercusión:
Tóxicos: carta de un hijo a su padre
Esta es una carta de despedida de un joven de 19 años. El caso es verídico, sucedió en un hospital de São Paulo, Brasil:
"'Creo que en este mundo nadie intentó describir su propio cementerio. No sé cómo va a recibir este relato, padre mío, pero necesito todas las fuerzas, mientras tenga tiempo. Lo siento mucho, padre mío, creo que este diálogo es el último que tengo con usted. Lo siento mucho, incluso... Sabe, padre, este es el momento de que usted sepa la verdad de la que nunca desconfió. Voy a ser breve y claro, bastante objetivo: el tóxico me mató.
Conocí a mi asesino a los 15 años de edad. ¿Es horrible, no, padre? ¿Sabe cómo conocí esa desgracia? Por medio de un ciudadano elegantemente vestido, muy elegante y bien hablado, que me presentó a mi futuro asesino: la droga.
Yo intenté negarme, lo intenté, pero ese ciudadano me enredó usando mi brío, diciendo que yo no era hombre. No es necesario decir nada más, ¿no, padre? Ingresé en el mundo del vicio.
Al principio fue el delirio; después las torturas, la oscuridad. No hacía nada sin que el tóxico estuviese presente. En seguida, vino la falta de aire, el miedo, las alucinaciones. Y, luego la euforia del pico, nuevamente yo me sentía más persona que los demás, y el tóxico, mi amigo inseparable, sonreía, sonreía.
Sabe, padre mío, la gente, cuando comienza, ve todo ridículo y muy gracioso. Hasta a Dios lo encontraba cómico. Hoy, en la cama de un hospital, reconozco que Dios es más importante que todo en el mundo. Y que sin Su ayuda yo no estaría escribiendo esta carta. Padre, solo tengo 19 años, y sé que no tengo la menor posibilidad de vivir. Es muy tarde para mí. Pero, para usted, padre mío, tengo un último pedido para hacerle: muestre esta carta a todos los jóvenes que usted conozca. Dígales que en cada puerta de escuela, en cada curso de facultad, en cualquier lugar, hay siempre un hombre elegantemente vestido y bien hablado que les mostrará al futuro asesino y destructor de sus vidas y que los llevará a la locura y a la muerte, como sucedió conmigo. Por favor, haga eso, padre, antes que sea demasiado tarde para ellos.
Perdóneme, padre... ya sufrí demasiado, perdóneme también por hacerlo padecer por mis locuras.
Adiós, padre mío.’
Un tiempo después de escribir esta carta, el joven murió."
He ahí por qué fraternalmente advertimos: Cuidemos bien de nuestra juventud, como lo hace la Legión de la Buena Voluntad, porque a ninguno de nosotros nos interesa tener mañana una patria de drogadictos, borrachos y frustrados. Queremos, sí, una generación, una civilización de hombres y mujeres, jóvenes y niños honrados, realizadores en el Bien, amantes de la Paz, de la Verdad y de la Justicia. Es por eso que la LBV trabaja incesantemente. El joven es el futuro. Pero no un futuro lejano, es el futuro en el presente: confiemos en él.
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