El crimen del desperdicio
Artículo publicado en los periódicos de Brasília y A Tribuna, ediciones del 6 y del 10 de abril de 2015.
Es urgente impedir el desperdicio. Es providencia sensata, humanitaria, en todas las áreas y en las más diferentes clases sociales. Es un crimen, por ejemplo, permitir que se pudran los alimentos, cuando millones de personas aún pasan hambre.
El Dr. Alan Bojanic llamó la atención sobre este hecho en una entrevista en el programa Biosfera, de la Boa Vontade TV. Ingeniero agrónomo boliviano, él es representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Brasil:
“La FAO hizo un estudio amplio para ver el porcentaje de pérdidas de alimentos en el mundo. Tenemos una cifra que es muy —vamos a decir— ¡dolorosa! Después que el producto es recolectado, hasta llegar al consumidor, y también en la casa de los consumidores, tenemos pérdidas muy altas. Es casi un tercio de toda la producción mundial que va —se puede decir— a la basura. Una producción muy importante, que tiene implicaciones de todo tipo, en primer lugar humanitarias, porque es comida que podría darse a muchas personas pobres. Es un absurdo ambiental, pues mucha energía se gasta en la producción. Y también tiene que ver con la ineficiencia económica. Entonces, es un absurdo humanitario, ambiental y económico financiero”.
En El Capital de Dios, libro que estoy preparando, comento un pasaje evangélico, que nos aporta una instructiva lección.
Conocedor de los Soberanos Estatutos de la Economía de Dios, aún ignorados por los seres humanos, Jesús, el Cristo Ecuménico, el Divino Estadista, pudo realizar el milagro de la multiplicación de los peces y los panes, conforme el relato de San Mateo, 14:13 al 21.
La Primera Multiplicación de Panes y Peces
“13 Oyendo Jesús, que Juan Bautista fuera decapitado por orden de Herodes, se retiró de allí, en una barca, a un lugar desierto y apartado; y cuando la gente Lo oyó, Lo siguió a pie desde las ciudades.
“14 Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos
y sanó a los que estaban enfermos.
“15 Cuando anochecía, se acercaron a Él sus discípulos, diciendo: Señor, el lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer.
“16 Pero Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer.
“17 Y ellos respondieron: Señor, no tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.
“18 Entonces, el Maestro les dijo: Traédmelos acá.
“19 Entonces mandó a la gente que se sentase sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces y levantando los ojos al cielo, bendijo y partió y dio los panes a los discípulos y los discípulos a la multitud.
“20 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce canastos llenos.
“21 Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños”.
Igualmente, no nos olvidemos lo que el Divino Benefactor nos enseñó respecto a la capacidad personal de cada ser humano, al decir: “Vosotros sois dioses. Yo volveré al Padre, vosotros quedaréis aquí en la Tierra, por lo tanto, podréis hacer mucho más que Yo” (Evangelio, segundo San Juan, 10:34 y 14:12).
A quien, tal vez por ocio, analizando el fragmento anterior, argumentase que Jesús es un caso especial y, por esto, no hay parámetros para la comparación de nuestra capacidad con la de Él, divinamente superior, podríamos considerar que no sería necesario elevarnos a tamaña grandeza, bastando que los que tienen medios de vida para suplir sus necesidades dejasen de desperdiciar tanto. Sería solo un paso. Sí, pero un paso considerable. Como observó Confucio (551-479 a. C.): “Transportad un puñado de tierra todos los días y haréis una montaña”.
Destaquemos que, en el versículo 20 del capítulo 14, el Evangelista Mateo revela: “Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce canastos llenos”.
Es decir, no tiraron lo que les sobró. En una nueva oportunidad, las apreciables porciones habrían de beneficiar a aquellas personas u otras. Suelo decir que la migaja de hoy es la abundante comida de mañana. Reflexionemos sobre esto.
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