Jesús resucitó, y nosotros, con Él
Uno de los momentos más notables de la historia del Cristianismo ocurrió en los días de Pascua, que significa “paso”, periodo que recuerda la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto. Jesucristo, el Rey de los reyes, el Señor de los señores, en Su Primera Venida Visible al planeta Tierra, fue crucificado entre dos ladrones. Lo que aparentemente representaba el derrumbe del mensaje del Amor Fraterno, de la Justicia Divina y de la llegada del Reino de Dios, que encarnaba el Rabí de Galilea, se transformó en el motor de los seguidores del Camino. Y el hecho singular que lo aseguró —tan destacado por el inolvidable Hermano Alziro Zarur (1914-1979) y por el Hermano Paiva Netto— fue la Resurrección de Jesús, tres días después de haber sido levantado en una cruz infame. Por eso, la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo siempre enfatiza que el mayor mensaje de esperanza de la Semana Santa es ¡Jesús Vive! A propósito, es necesario recordar que hace 39 años, el 1o de abril de 1983 (un Viernes Santo), en la tradicional Casa D'Itália llena, en la ciudad de Salvador, Brasil, el Hermano Paiva realizaba la extraordinaria Proclamación de Jesús Vivo, convirtiendo el muy conocido, en Brasil, día de la mentira en el Día de la Verdad.
Por eso, la Editorial de esta edición no podría ser otra sino esta que repercute el antiguo clamor del autor registrado en la conmovedora misiva escrita en la madrugada de 25 de agosto de 1997 (lunes): “El Mensaje de la Tumba Vacía”, que forma parte de su futura obra literaria Liderar bajo la Protección de Dios: “¡Jesús resucitó, y nosotros, con Él! ¡Gracias a Dios!".
Lea con el Alma y conmuévase con las enseñanzas que aquí se presentan a partir del Divino Mensaje de la Cruz, que es la indiscutible Victoria del Amado Maestro sobre la muerte, por lo tanto, sobre todos los imposibles.
Los editores
Mis Hermanas y mis Amigos, mis Amigas y mis Hermanos, la Semana Santa nos invita a reflexionar sobre el significado de la Resurrección. Esta contiene un notable simbolismo, aunque usted literalmente no crea en ella. No hay como negar el mensaje de renovación de Esperanza en días mejores, de Paz y Confraternización Universal entre los pueblos, incluso en las peores contingencias humanas y sociales.
Jesús, el Cristo Ecuménico, el Divino Estadista, el Príncipe de la Paz, resucitó, y nosotros, con Él, todas las veces que estamos integrados en Su pensamiento de Amor, Justicia, Solidaridad y Generosidad. Del infortunio, del cual tantos recogen derrota, Jesús, bajo la inspiración de Dios, construyó Su Autoridad y estableció Su Poder. ¡Aprendamos a vencer con Él! Fue sepultado, pero reapareció a los ojos de todos, tres días después. Cada uno de los tres días correspondía a una figura de la Sagrada Trinidad, dispuestas en orden inverso: el Espíritu Santo, el Cristo y la explosión de luces cuando Él resurgió en Dios, que es el Señor de la Vida, el Creador de todas las criaturas, el Supremo Arquitecto del Universo.
Ahora bien, cualquier inspiración para una existencia feliz debería ser buscada en el texto bíblico en su Parte Divina, sin restricciones sectarias:
—El testimonio de Jesús, el Cristo, es el espíritu de la profecía (Apocalipsis, 19:10).
Por los milenios, los Profetas son los guardianes de ese testamento, del mensaje de Paz, equilibrio y confianza que Dios envía a los seres terrestres. Si, como vates que son, no tuviesen coraje, si no enfrentasen con audacia los tropiezos, ¿cómo heredaríamos hoy el testimonio del Cristo? Y esto no comienza, como piensan algunos, en el Evangelio, según San Mateo. Viene desde del Génesis mosaico, porque todo fue una preparación —como preconizaba el inolvidable Proclamador de la Religión Divina, Alziro Zarur (1914-1979)— para la Primera Venida del Proveedor Celestial y Su Retorno Triunfal. Zarur también afirmaba:
—Si Jesús no hubiese resucitado, no habría Cristianismo.
Jamás temer a los desafíos
Cuando crucificaron al Maestro, Sus seguidores clamaban entristecidos e incluso asustados: “¡Jesús murió!”. Sin embargo, Él resucitó. Por esto, jamás temamos a nada, incluida la muerte (sin nunca provocarla), que es un fatalismo en toda la existencia material. Pero, no nos olvidemos que la Vida es eterna. No acabamos en la tumba o sirviendo de pasto a las aves de rapiña. El cuerpo es solamente la vestimenta del Alma. De ahí la responsabilidad de cuidarlo muy bien.
Jesús y la exaltación a la Vida
El mensaje de la Semana Santa no es el de la ruina, sino el de la victoria. ¡La victoria sobre la muerte!
En El Drama Milenario del Cristo y del Anticristo, escribió Huberto Rohden (1893-1981):
—(...) el Cristo siempre resucita, incluso en tumbas cerradas, sigilosamente resguardadas por Sus enemigos. Está prohibido resucitar, pero Él siempre resucita... Sus verdaderos amigos Lo encuentran siempre glorioso, por todas partes, en todos los tiempos.
Realmente, contra todas las perspectivas, venciendo dramas, luchas y guerras, el Celestial Taumaturgo resurge a cada momento en los corazones de Buena Voluntad. Es el triunfo del Amor, que se manifiesta de las más sorprendentes maneras, dando continuidad a la existencia. Porque la Pasión de Jesús no canta a la muerte, sino que exalta la vida, la Vida Eterna.
Ahí está. Donde hay vida, dice el pueblo, hay Esperanza.
¡Levanta y anda, Humanidad!
En el Santo Evangelio del Cristo, San Mateo relata, en los versículos del 1° al 8° del capítulo 9°:
La cura de un paralítico en Capernaum
1 Jesús subió a la barca, cruzó a la otra orilla y fue a Su ciudad.
2 Allí Le llevaron un paralítico, tendido sobre una camilla. Cuando Jesús vio la Fe de ellos, le dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; los pecados te son perdonados.
3 Algunos de los escribas se decían a sí mismos: Este blasfema.
4 Pero Jesús, que conocía los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué piensan mal dentro de ustedes mismos?
5 ¿Qué es más fácil? ¿Que le diga “los pecados te son perdonados”, o que le diga “levántate y anda”?
6 Pues para que ustedes sepan que el Hijo de Dios tiene autoridad en la Tierra para perdonar pecados, entonces Este le dice al paralítico: Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa.
7 Entonces el paralítico se levantó y se fue a su casa.
8 Al ver esto, la gente se quedó asombrada y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.
Que cada ser humano tenga la Fe de aquellos que llevaron al paralítico hasta Jesús, a tal punto de conmover al Divino Maestro, que entonces le ordenó: "Surge et ambula! (¡Levanta y anda!)”, ¡Humanidad!
¡Qué curioso este mundo! Multitudes se consideran cristianas, pero cuando se les habla sobre el Evangelio, hay quien exclama sorprendido: "¡¿Eh?!". La impresión es que muchos ni siquiera abrieron el Nuevo Testamento.
Este es el caso de la Semana Santa: en que generaciones y generaciones no analizaron el Sagrado Libro como deberían, cuando la sociedad alcanza periodos de transición semejantes al que estamos viviendo, algunos medios de comunicación se preocupan menos por el hecho que marca la afirmación del Cristianismo desde sus primeros pasos: ¡la Resurrección de Cristo Jesús!
Además, muchas personas se han acostumbrado a conservar la imagen de la crucifixión (muerte) de Jesús en la Semana Santa, aunque su gran mensaje se encuentre estampado en la Resurrección, que es Vida, y Vida Eterna.
El Evangelio no es un libro ocioso. Su mensaje atraviesa el Cielo y la Tierra. Es urgente que la Divina Prédica de Jesús cumpla, incluso en los territorios en que ha fijado raíces, su extraordinaria misión: civilizar a la civilización humana con la vivencia del Nuevo Mandamiento del Cristo:
—Ámense como Yo los he amado. Solamente así podrán ser reconocidos como mis discípulos (Buena Nueva, según San Juan, 13:34 y 35).
Esta es una obra de paciencia y de perseverancia en Dios.
Ya decía el filósofo que la más difícil frontera a ser superada es la del cerebro humano, inclusive en las naciones cristianas. Sin embargo, el ánimo y la voluntad de avanzar vienen de Aquel que lleva el Sello Divino de la Victoria y testificó en Su Evangelio, según San Juan, 16:33:
—¡Yo he vencido al mundo!
Por eso, ¡con Jesús, venceremos siempre, siempre y siempre!
Amparo espiritual
Qué sentimiento profundo nos proporciona rememorar la trayectoria magnífica del Cristo de Dios, que descendió hacia nosotros para que tengamos Espíritu y Vida, de forma que la promesa que leemos en el Profeta Joel (2:28 y 29) se realice siempre:
—Después de esto, derramaré mi Espíritu sobre la humanidad entera, y los hijos y las hijas de ustedes profetizarán; los ancianos tendrán sueños, y los jóvenes recibirán visiones. En aquellos días, también sobre los siervos derramaré mi Espíritu.
Y Jesús, en la Buena Nueva, según San Marcos, 13:11, reafirma:
—Cuando los arresten y los hagan comparecer, no se preocupen por lo que deben decir, sino solo digan lo que en ese momento les sea dado a decir. Porque no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu Santo.
En Su Evangelio, según San Juan, 11:25 y 26, el Cristo revela:
—Yo soy la Resurrección y la Vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees en esto?
Nosotros y tantas personas por el mundo expresamos con lealtad: ¡Sí, Jesús, creemos! ¡Creemos! ¡Creemos! Y toda nuestra fortaleza está en esa inquebrantable convicción, porque Contigo aprendemos, en las anotaciones del Discípulo Amado (San Juan, 15:5), que Tú eres la Vid; nosotros, solo las ramas:
—Yo soy la Vid y ustedes son las ramas. Sin mí ustedes nada pueden hacer.
Por lo tanto, nada podremos realizar sin aquel Poder Esplendoroso que del Padre Celestial desciende sobre el Hijo. Y sabemos que ese Hijo eres Tú, Aquel que nos envía a los Ángeles Benefactores, conforme revela San Pablo Apóstol en la Epístola a los Hebreos, 1:14:
—a favor de los que serán los herederos de la salvación.
Esos Ángeles son nuestros Amigos Espirituales, Almas Benditas, Protectores, Espíritus de Dios, aquellos que también forman la Gloriosa Falange de San Francisco de Asís, Patrono de la Divina Legión de la Buena Voluntad, fundada el 1o de enero (Día de la Paz y de la Confraternización Universal) de 1950, por el inolvidable Hermano Zarur.
Vida nueva
He aquí, pues, que cada día es el recomienzo y la renovación para los que no desprecian el tiempo y promueven la Paz al permanecer en la Fe que Realiza, que inspira e impulsa las Buenas Obras, destacadas por Jesús como el incentivo para la vida. Él mismo Quien lo afirma en el Santo Evangelio, según San Lucas, 21:19:
—Con su perseverancia salvarán sus Almas.
Por eso, clamamos:
¡Quien confía en Jesús no pierde su tiempo, porque Él es el Gran Amigo que no abandona a un amigo en medio del camino!
¡Alabado sea el Señor de la Paz!
¡Viva Jesús en nuestros corazones para siempre!
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