Los ateos también van al Cielo
Extraído de conferencias históricas de la serie El Apocalipsis de Jesús para los Simples de Corazón, pronunciadas en forma improvisada por Paiva Netto, entre octubre de 1990 y febrero de 1992, por la Super Red Buena Voluntad de Comunicación.
Nadie, incluso los ateos, nuestros hermanos, debe menoscabar o preocuparse por el Apocalipsis de Jesús, siempre que sea correcto, solidario en el Bien para con sus semejantes de todas las creencias y con los escépticos de la Tierra. Conviene sí, prepararse para lo que pueda suceder. Es más, ya está ocurriendo.
¡¿Por qué solidario en el Bien?! Bien, ¡¿usted quería que fuese en qué?! ¡¿En el mal?! ¡¿Cómo?! Ahí sería realmente una cuadrilla. Sencillo caso de policía.
Por lo tanto, es esencial que algunos de los que creen en Dios sean un poco más piadosos. “Sin Fraternidad no puede haber Paz”, concluyó Victor Hugo (1802-1885).
Existen incluso los llamados incrédulos que, llegando al Plano Espiritual, después de la muerte física, tienen ventajas sobre las personas que dicen creer en el Padre, pero no lo demuestran, pues prefieren ignorar el sufrimiento ajeno (Evangelio, según San Mateo, 25:31 a 46). Muchos de los considerados no creyentes practican buenas acciones, movidos por amor desinteresado, sin esperar la recompensa divina. Crean el cielo dentro de sí, en vez de ambicionarlo como un regalo futuro a costa de lo que realizan, o piensan hacer, en favor de la sociedad.
En fin, esto no deja de ser una actitud mercenaria:
—¡Oh, Dios! seré bueno si me das el cielo... Si no, ¡no!
No basta afirmar que creemos en el Ser Supremo. Es necesario que, con nuestros actos de cordialidad eficaz, lo comprobemos. Es la base de la Sociedad Solidaria.
Evidentemente, no estoy induciendo a nadie al ateísmo ni censurando a los religiosos que tienen el amor como bandera. Lo que propongo es que, juntos, sin excepción, busquemos cada vez más ser copartícipes en el Bien. Esto es Ecumenismo: dar las manos y ayudar a los carentes del cuerpo y del Alma.
Muy a propósito, traigo uno de los más bellos sonetos de la literatura sacra de todos los tiempos, nacido del corazón fervoroso de Santa Teresa d’Ávila (1515-1582), que amaba a Jesús sin ambición de cielo o temor de infierno:
Al Cristo Crucificado
Versión, Fernando Rocha (1933-2001)
No me conmueve, mi Dios, para amarte/ el cielo que Tú me tienes prometido;/ no me conmueve el infierno tan temido,/ para dejar por eso de ofenderte.
Tú me conmueves, Señor; me conmueve el verte/ clavado en una cruz y escarnecido;/ me conmueve ver Tu cuerpo tan herido;/ me conmueve Tu sufrimiento y Tu muerte.
Me conmueve, en fin, Tu Amor, de tal manera,/ que, aunque no hubiese cielo, Te amaría,/ y, si no hubiese infierno, a Ti temería.
Nada tienes que darme para que Te quiera,/ pues, aunque lo que tanto espere, no merezca,/ igual que Te quiero, Te querría.
¡Vivos!
¡¿Por qué el espanto?! El Padre Celestial, que no debe ser comprendido en la forma antropomórfica, desea ver fructificar en la Tierra la Bondad. Si no eran malos, si fueron dignos y honestos, ¿por qué excomulgarlos por cuestiones de creencias? Aunque ateos (o adeptos a otra fe), ¡cuántos y cuántos despertarán del Otro Lado fuertemente sorprendidos! Pero, ¡vivos! Sin embargo, aquellos que, con Fraternidad, no se preocuparon en esclarecerlos, ya que poco o nada sirve cultivar religiosidad con arrogancia, tendrán que rendir cuentas al Señor de la Vida. Porque mucha elucidación les fue concedida para distribuirla amigablemente, no sólo con palabras que el viento se lleva, sino con acciones ejemplares, merecedoras de respeto, puesto que moralmente confortan, levantan, encaminan, y también alimentan, visten, medican. Un factor más a destacar: nadie está obligado a convertirse en lo que quieran que él sea. Vivamos realmente la democracia religiosa, como verdaderos ciudadanos.
Consideremos, pues, la advertencia de Jesús, en el Evangelio, según San Lucas, 12:42 a 44, cuando nos convoca a comportarnos “como el mayordomo fiel y prudente, a quien el Señor confiara Sus bienes para darles sustento a su tiempo”. En el libro Apocalipsis sin miedo, en el capítulo “La Profecía continúa válida”, abordo más veces el asunto.
* * *
Reflexión de Buena Voluntad
Siendo Dios Amor, Su competencia se transfiere al mundo por intermedio de aquellos que realmente aman (incluidos los agnósticos y los ateos), cuando se preocupan por el bienestar de todas las criaturas.
Quien quiera disminuir su propio dolor, que ayude a los que sufren.
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