Parte Divina de la Biblia
Originario de Gran Bretaña, en 1549, el Día de la Biblia se conmemora en el segundo domingo de diciembre. En Brasil, ese día se conmemora desde 1850. La impresión del primer ejemplar de la Sagrada Biblia, en 1455, por Johannes Gutenberg (1398-1468), a partir de la versión en latín, es considerada el incunable —libro cuñado en los primordios de la imprenta con tipos móviles, no escrito a mano— que propagó el proceso de producción masiva de obras literarias en Occidente.
Profecía y tiempos mejores
Ningún título logró superarla. Seguramente es el mayor best seller de la historia.
Aprovecho la oportunidad para traerles unos comentarios que hice en mi libro Brasil y el Apocalipsis, volumen 3 (1996).
Una de las grandes preocupaciones de la humanidad, incluso cuando niega cualquier interés sobre el tema, es la inminencia de graves hechos espirituales, humanos, sociales, políticos, económicos, atmosféricos, telúricos, además de sucesivos conflictos bélicos, en los tiempos desafiadores que vivimos, incluidos los nucleares. (...) Durante milenios, en diferentes épocas, las Profecías de Dios, por intermedio de Sus emisarios y del propio Jesús, el Cristo Ecuménico, el Divino Estadista, fueron llevadas, hasta casi el ridículo, por entendimientos erróneos o parciales de su significado. Uno de ellos son los constantes anuncios del fin del mundo, que, gracias a Dios, no se confirmaron, aunque sabemos que, algún día, eso ocurrirá, desencadenando el inicio de un nuevo ciclo evolutivo para los seres humanos y el planeta. De estas predicciones apresuradas surgen también las difíciles barreras, para algunos, de analizar seriamente el mensaje providencial de la Biblia, la cual, a pesar las tribulaciones, ha resistido a todo, inclusive las faltas de los seres terrenales. Y es en la Profecía, debidamente comprendida, que se encuentra la advertencia celestial, conforme se lee en el Apocalipsis, 19:10: “Yo me prostré a sus pies para adorarlo, pero Él me dijo: ‘¡No hagas eso! Yo soy conservo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios. Pues el testimonio de Jesús, el Cristo, es el espíritu de la Profecía’”.
Y el significado de Profecía va más allá. Cuando el Maestro transmitía Sus iluminadas lecciones a quienes Lo escuchaban, igualmente profetizaba, porque instruía a todos sobre cómo alcanzar mejores días en el futuro.
Valorar el mensaje de Dios
No hay más tiempo que perder. Las señales que lo confirman están por todas partes: lo que se encuentra consignado en la Parte Inviolable de la Biblia no es una ilusión.
A pesar de la Luz Sideral que, nacida de ese extraordinario texto, ilumina nuestro Espíritu, aún hay quienes dedican horas preciosas para identificar errores humanos en su contenido, en el afán de invalidar todo el mensaje de Dios a las naciones de la Tierra.
Ahora bien, después de siglos de madurez espiritual, ¿qué nos interesa —salvo el valor histórico-narrativo— la parte humana de las Escrituras, con sus aberraciones y violencias que son el sello de la animalidad que incluso hoy impide a los hombres evolucionar rápidamente en el camino hacia Dios? La salvación, por el esclarecimiento espiritual de la conciencia, se revela en su Parte Divina.
“La letra mata, el Espíritu vivifica”
En 1985, en la prensa, destaqué que no se debe leer la Biblia al pie de la letra. Alziro Zarur (1914-1979), inolvidable Proclamador de la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo, advertía que muchas personas la leían de esa forma y entonces ¡dejaron de creer en Dios! San Pablo Apóstol enseñó, en la Segunda Epístola a los Corintios, 3:6, que “la letra mata, pero el Espíritu vivifica”. Por lo tanto, la Divina Escritura debe ser estudiada bajo el prisma del Amor Fraterno, que es lo contrario del fanatismo. Tenemos que analizarla en Espíritu y Verdad, a la luz del Nuevo Mandamiento del Cristo: “Ámense como Yo los he amado. Solamente así podrán ser reconocidos como mis discípulos” (Evangelio, según San Juan, 13:34 y 35). De lo contrario, corremos el riesgo de tomar el Sagrado Libro y usarlo para perseguir, oprimir, afrentar a los que no piensan como nosotros. La historia está repleta de casos patológicos del empleo criminal de la inmensa autoridad moral de la Biblia. Lo que justifica el uso del término santificado para ese Libro es su Divino Mensaje de misericordia, generosidad, respeto mutuo, compasión, que necesita estar en la base de nuestra conducta diaria.
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