Las curas de Jesús
En el capítulo 19, versículos 11 y 12, de los Hechos de los Apóstoles de Jesús, el médico evangelista San Lucas relata: “Y Dios, por las manos de Pablo, hacía milagros extraordinarios, de tal manera que hasta los pañuelos o delantales que habían tocado su cuerpo eran llevados a los enfermos, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían”.
Ante este pasaje, recordé una página de “A face oculta – Inusitadas e reveladoras histórias da Medicina” [La cara oculta: inusitadas y reveladoras historias de la Medicina], de la autoría del médico y escritor brasileño Moacyr Scliar (1937-2011), en cuyo título se destaca “Las curas de Jesús”. Se trata del capítulo instructivo de una obra que atrapa totalmente la atención de quien la lee. He aquí algunos fragmentos:
“A lo largo de su pasaje por la Tierra, la figura de Jesús se va modificando: tenemos primero el bebé que nace en el pesebre, después el niño que asombra a los sabios en el templo, posteriormente el predicador que entusiasma a las multitudes, el líder enojado que expulsa a los vendedores. Y está también —y es muy importante— el Jesús que cura: ‘He aquí que se le aproximó un leproso, postrándose ante él y le dijo: Señor, si quieres, podrás limpiarme. Y Jesús, extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: Quiero, sé limpio. Al instante el hombre quedó libre de la lepra’ (San Mateo, 8:1). A esta cura le siguieron muchas otras: cojos, lisiados, ciegos. El ápice de esta secuencia es la resurrección de Lázaro, en la que la muerte es derrotada. En una época en que la medicina prácticamente no existía, las curas de Jesús entusiasmaban a las multitudes.
“También porque en esto, como en otras cosas, Jesús era revolucionario. El Antiguo Testamento habla mucho sobre el cuerpo y sus enfermedades, pero se detiene sobre todo en las medidas sanitarias. La lepra, para volver al ejemplo anterior, es objeto de minuciosas prescripciones en el Levítico. El sospechoso de la enfermedad debe ser llevado a un sacerdote que, mediante criterios previamente establecidos, hará el diagnóstico, y declarará el estado de ‘impureza’ que se traduce en un rígido aislamiento del enfermo. La enfermedad, sobre todo la enfermedad epidémica, es vista como un castigo divino, y no es de asombrar que el Señor recurra a las plagas para intimidar al Faraón. Por otro lado, hay muchas reglas para mantener la salud: reglas de limpieza corporal, reglas dietéticas, reglas sobre cómo vestir. No hay curas, mucho menos mágicas. La excepción es el episodio en que el profeta Elías resucita a un niño; curiosamente Elías, que fue llevado al cielo en un carro de fuego, es considerado un precursor de Jesús”.
Eliseo, discípulo de Elías, hace sanar al general Naamán. Era leproso. El profeta lo mandó a lavarse en el río, y se curó.
Y prosigue el Dr. Scliar:
“En resumen: el Antiguo Testamento es el dominio de la salud pública; el Nuevo Testamento introduce la medicina curativa, individual.
“El cristianismo heredó de Jesús la tarea de cuidar a los enfermos. Los hospitales fueron característicos de instituciones cristianas y durante la Edad Media los monjes eran los depositarios de la medicina. Con lo que una inmensa necesidad social era atendida, como lo demuestra, en Brasil, las Santas Casas”.
Felicidades al inolvidable e ilustre Dr. Moacyr Scliar. Focalizó en un asunto muy importante y de manera muy especial. Se presta para varios estudios esa esclarecedora visión de los Antiguo y Nuevo Testamentos.
Salud Espiritual
En una entrevista que concedí a la periodista portuguesa Ana Serra, el 19 de septiembre de 2008, también sobre la salud física y espiritual, ella me preguntó:
“En el libro Reflexiones del Alma usted evidencia la relación entre el Espíritu y el cuerpo, resultando que la tranquilidad del alma puede sanar el cuerpo. ¿De qué forma? ¿Esa paz de espíritu es accesible a todos?”.
Mi estimada colega, todo tiene su origen en el Espíritu. El cuerpo es nuestra vestimenta provisional. Hoy, la Organización Mundial de la Salud (OMS) trabaja la importancia de la salud espiritual. Hay muchas investigaciones serias que indican cómo la Espiritualidad influye en el bienestar de una persona. En un mundo tan carente, la herramienta competente que debe utilizarse para que alcancemos la tranquilidad del Alma es la oración, acompañada de la efectiva acción de Solidaridad (que siempre debería orientar el trabajo de los gobiernos), sin la cual el ejercicio de la oración, que nace de la sintonía con Dios (o, la vivencia de los más elevados sentimientos, para los que no tienen creencia religiosa), solamente podría, en ciertos casos, transformarse en una de la más execrable personificación de egoísmo. Para mejor entendimiento de la Fe espiritual y socialmente activa, acuñé la expresión la Fe que Realiza: aquella que nos une a los Poderes Superiores, pacifica nuestra Alma y nos motiva a realizar el Bien de la sociedad. La Fe que Realiza es, por tanto, la que impulsa a los conquistadores del progreso en el mundo, impidiendo el estancamiento de las comunidades. Su deber es crear y actuar en un ambiente sin intolerancia, que viene siendo, por los siglos, uno de los mayores tormentos de la Humanidad. (...)
Cómo curar el cuerpo
Entonces recorramos en sentido contrario el camino que lleva al hombre a la enfermedad. Vivamos en unión con el Padre Celestial. No caigamos en las artimañas que enferman nuestro organismo. Y ahí será evidente, aun al más escéptico de los hombres o de las mujeres, que el respeto a las cosas espirituales constituye un fuerte elemento para toda cura. Como escribí, los medicamentos son más eficientes donde los fortalezca el Amor.
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