El corazón de una madre no huye del Dolor del Hijo
Reflexión de Buena Voluntad extraída del libro "Jesús, el Dolor y el origen de Su Autoridad".
Nunca faltarán palabras para homenajear a María Santísima, Madre de Jesús, Madre Universal de la Humanidad, por toda la abnegación de su Espíritu, desde el anuncio celestial hecho por el Ángel Gabriel, cuando la sierva de Dios supo que su vientre sería abrigo de luz para el Salvador de los Pueblos (Evangelio, según San Lucas, 1:26 al 38). Por creer tanto en Su Poder y Su Autoridad, ella Lo incentivó a realizar el primer milagro, en las bodas de Caná (Evangelio, según San Juan, 2:1 al 11). Vio crecer los hechos divinos del Maestro Jesús y, buena madre que era, orgullosa de las maravillas que testimoniaba, “guardaba todas estas cosas en su corazón” (Evangelio, según San Lucas, 2:51). Y, en el momento crucial del Sublime Ministerio Crístico, con valentía, soportó junto a su Amado Hijo el indescriptible martirio que Él sufrió.
Además, la Buena Nueva, según San Juan, 19:25, relata el apoyo que Él recibió de las mujeres, en aquella última hora: “Y ante la cruz estaban la madre de Jesús, la hermana de ella y también María Magdalena, y María, mujer de Cleofas”.
Escribí, en mi artículo “La mujer arreglando naciones”, que esas heroínas, en el instante supremo del dolor, no Lo abandonaron, permaneciendo a Su lado, en una inaudita señal de ardor. Ninguna acción humana puede, decisivamente, progresar sin la ayuda, reservada o pública, de las mujeres. La Historia está repleta de comprobaciones.
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