Del Nuevo Mandamiento de Jesús a la Paz
Jesús es el Pan Vivo que desciende de lo Alto para alimentar a las criaturas humanas y espirituales, ya que la muerte no interrumpe la Vida. Él dijo:
“Yo soy el Pan Vivo que descendió del Cielo. Si alguien come de Él, vivirá eternamente” (Evangelio del Cristo Ecuménico, según San Juan, 6:51).
La Biblia Sagrada, entendida y vivida en Espíritu y Verdad, a la luz del Nuevo Mandamiento del Cristo Ecuménico, es la mesa abundante en la que, bajo los auspicios del Amor Divino, todos nos podemos nutrir:
Dijo Jesús: “He aquí que yo estoy a la puerta y golpeo; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciera, Yo lo haré sentarse conmigo en mi trono, así como Yo he vencido y me he sentado con mi Padre en Su trono de Gloria. El que tiene oídos para oír, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias del Señor” (Apocalipsis de Jesús según San Juan, 3:20 al 22 - Carta a la Iglesia en Laodiceia).
La regla perfecta para el estudio y la vivencia, que aleja odios y fanatismos de la interpretación de las Escrituras Bíblicas, es, volvemos a decir, el Mandamiento Nuevo del Divino Jefe, el Orden Supremo de Dios, la Ciencia Universal del Cristo Ecuménico:
“Amaos como Yo os he amado. Solamente así podréis ser reconocidos como mis discípulos” (Buena Nueva según San Juan, 13:34 y 35, Biblia de Jerusalén).
Hay quienes piensan, como si fuera un fatalismo atribuido en censura a los místicos, que la guerra es indisociable del Ser Humano, sin que haya otra posibilidad de progreso rápido. Naturalmente, están engañados. Tal vez, entre tanto, les falte la resolución de contraponerse a cualquier obstáculo y luchar sin recelos por tiempos, de hecho, más pacíficos. Esto requiere una dosis decisiva de arrojo: ir contra ciertas “costumbres milenarias”, ruinosas que “decidieron” ser el camino inamovible de las masas. Pero hay muchos que tienen esa valentía. Sérgio Vieira de Mello (1948-2003), diplomático brasileño muerto en misión de Paz al servicio de la ONU en Irak, fue uno de ellos. No afirmo que el instinto asesino desaparecerá de un momento a otro de la faz del planeta, a no ser por la manifestación de una voluntad superior a la nuestra: la de Dios. Solo no acepto modelos radicales, capitulados como realismo inamovible, que paralizan a la sociedad. Digamos, con el fin de argumentar que si la guerra viniera, tendríamos que enfrentarla con todo el coraje necesario. Nada de huir. No obstante, un día, la Fraternidad y la Justicia cambiarán el destino accidentado de los individuos, de las familias, de las patrias, para mejorarlo.
Cuando la criatura se purifica, todo se transforma a su alrededor.
Recado Divino
Enfatizo, entonces, al terminar esta página, en el Recado Divino del Señor, siempre preocupado por el bienestar de los pueblos: “Mi Paz os dejo, mi Paz os doy. Yo no os doy la paz del mundo. Yo os doy la Paz de Dios que el mundo no os puede dar. No se turbe vuestro corazón ni recelen. ¡Porque Yo estaré con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo!” (Evangelio de Jesús según San Juan, 14:27 y 1; y San Mateo, 28:20).
Sin embargo, Él, con el sumo valor que todos conocemos, no se permitió abandonar el látigo para echar a los mercaderes del magnífico Templo de Jerusalén (Evangelio según San Juan, 2:15).
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