La vitalidad divina de la maternidad
Inicio estas líneas pidiendo a María Santísima, la Excelsa Madre de Jesús, el Cristo Ecuménico, el Divino Estadista, que lleve a los corazones humanos la sublime fortaleza de su espíritu materno. Es la aceptación universal que hace brillar el elevado concepto de familia que nos debe regir. También le pido que ampare a los pueblos de la Tierra, guiándolos en dirección a la Paz.
Sea en el Día de las Madres, sea en el Día de la Mujer, o en cualquier fecha del año, quiero saludarlas y, así, prestarles mi homenaje, porque quienes forman la patria son ellas. Algunas, que me dan el honor de su lectura, pueden argumentar: “Pero yo no soy madre”. ¡¿No lo es?! Ahora bien, toda mujer trae dentro de sí la vitalidad divina de la maternidad. ¿Cuántas que no tienen hijos y, sin embargo, tienen sus Almas llenas de amor por dedicarse al prójimo o también a una Obra como la Legión de la Buena Voluntad? ¿Qué es la LBV sino una gran madre?
Madre, familia y naciones
Ninguna institución estable se sostiene y crece sin mujeres estables, decididas, porque aprendieron a sublimar sus más íntimos sufrimientos, transformándolos en significativas realizaciones en pro de la Humanidad, siguiendo el ejemplo de María Santísima.
Aquellos que quieren desvalorizar el sentido de la familia no saben lo que están haciendo. El clan primitivo fue el primer núcleo familiar. De él se formaron las comunidades y surgió la sociedad. ¿Cómo querer el fortalecimiento de las naciones si no respetamos a las familias?
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