El equilibrio como objetivo
El mundo físico no evolucionará más sin la ayuda evidente del Mundo Espiritual. He aquí la gran enseñanza que las naciones aprenderán en el transcurso del Tercer Milenio.
El amplio sentido de ciudadanía
La madurez creciente de un Pueblo que está descubriendo sus derechos de ciudadano, aunque tarde 217 (doscientos diecisiete años después de la Revolución Francesa), lo hará concluir, finalmente, que ningún país puede, en realidad, desarrollar sus talentos y continuar subsistiendo como una gran senzala (lugar donde vivían los esclavos) de señores y esclavos; o cerrarse como una ostra xenófoba, o abrirse de forma temeraria al punto de perder su identidad, su soberanía.
La comprensión de las masas deberá ir madurando hasta que entiendan el valor de la ciudadanía en su sentido amplio, porque no es suficiente considerar al ciudadano solamente en su contexto físico, sino también en el espiritual, ya que cualquier componente de los grupos humanos está, en síntesis, formado de cuerpo y Alma. En definitiva, originalmente somos Espíritu. He ahí el significado completo de ciudadanía, que no puede tener en cuenta tan sólo el analfabetismo de las letras humanas, sino también la ignorancia de los temas espirituales. El desconocimiento de esta realidad colabora en el incremento de las acciones que causan el hambre, el desempleo, el sectarismo, el frío ideal individualista (es decir ególatra), la promoción del menosprecio hacia los que sufren dentro de la sociedad, porque la riqueza y la pobreza se sitúan dentro del Ser Humano. Exteriorizarlas o no depende de la mentalidad y de factores culturales (en el futuro próximo marcadamente espirituales), que necesitan ser ejercitados. Esta es una situación que no afecta sólo a Brasil, es mundial: durante generaciones se fue ofreciendo a la gran mayoría de los niños y jóvenes poco más que basura.
Después hay quienes se sorprenden con el resultado obtenido por tan funesta siembra, la cultura del crimen, que se deleita en el conflicto entre pueblos, o inclusive dentro de las familias, verdaderas guerras civiles no declaradas, de la cual la juventud es la principal víctima (Apocalipsis, 8:7), causando otras tantas en todas las clases. "La Primera Trompeta - El primer ángel tocó la trompeta y fueron lanzados a la Tierra granizo y fuego mezclados con sangre. Entonces, fue quemada la tercera parte de la tierra y de los árboles y también toda la hierba verde (la infancia y la juventud)."
No basta subir el vidrio del auto. Es suicidio desviar la atención de los hechos.
Estamos en cuerpo, pero somos Espíritu
Urge, con rapidez, cambiar la mentalidad que pone al delito en un trono, como un ejemplo; a la explotación, como meta; la apatía delante del error, como "buena" adecuación de la existencia, para que alcancemos un orden social justo, producto de la acción decisiva de comunidades eficaces, fraternalmente combativas, y de un gobierno que, sea cual fuere, tenga decididamente como objetivo hacer progresar a la población de su país, antes que gran parte de ella desaparezca, o casi, por la desnutrición física o mental, por la desesperanza que muchas veces apunta a la violencia, como solución. Sin embargo, por ningún motivo debemos desistir, en ningún momento, del auxilio magnánimo de los amigos del etereo supremo, de ahí la Revolución Mundial de los Espíritus de Luz, a los cuales apropiadamente llamamos Ángeles Guardianes. Además, en verdad, el Espíritu es concreto, sin dar a entender que el cuerpo, su vestimenta, deba ser criminalmente despreciado. Los más viejos enseñan que "bolsa vacía no se pone de pie". Tengamos, pues, el equilibro como objetivo. Sin embargo, el Espíritu no puede ser, de ninguna forma, menospreciado, porque, para argumentar, podemos decir: estamos en cuerpo, pero somos Espíritu. La nación que comprenda y administre esta Verdad, entusiasmará y gobernará el mundo. La propia ciencia lo proclamará. Después de Einstein (1879-1955) ¿dónde se escondió la materia?
El otro lado de la moneda
El otro lado de la moneda no es nada apreciable, no obstante el clamor de la desesperación acumulada durante siglos, está lista para explotar. No es sin intención esta meditación de Bonaparte (1769-1821): "Cada hora perdida en la juventud es una posibilidad de infortunio en la edad adulta".
Ahora bien, esto también se aplica a las naciones que nacen, crecen, maduran; cuándo recogerán lo que hayan plantado en las etapas anteriores, si no saben sublimar su patrimonio humano, social y espiritual, más que honrarlo. He aquí el desafío a ser vencido en el campo de la Educación: el de unir a la Instrucción, la Espiritualidad. Tengo plena convicción de que el Evangelio y el Apocalipsis, lejos de abominables fanatismos, proporcionan una estructura ética, psíquica y espiritual para que suceda esa transmutación, cuya hora ha llegado; más que una "hora llegada" es una "hora urgente".
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