Dios es mi refugio
A los que también lamentan las muchas luchas diarias, consagro esta conversación con Aquel que nos puede oír, aun cuando seamos arrogantes y pretensiosos:
Dios es mi refugio
¡Oh Dios, que eres mi refugio!, a Ti, otra vez, elevo mi pensamiento y encuentro respuesta a mis propósitos.
Lejos de mí los agoreros de desaliento, que anuncian un Juicio Final sin remisión, cuando eres Tu — en todo — el Principio Eterno de la permanencia pujante de vida. De Ti no escucho el abismo; sino, la redención.
Creo en el Amor Universal, que conduce a la supervivencia del género humano, que es tenaz en subsistir, a pesar de las muchas celadas que encuentra en su camino.
Esta es mi Fe que Realiza, que vive en Paz con las demás; mi ideal ecuménico de Buena Voluntad, que se esfuerza por la confraternización de todas las naciones, por estar formadas por Tus criaturas, ¡oh Creador Único de Cielos y Tierra! Eres la Fraternidad Suprema, el abrigo de los corazones. (...) Me encontré porque me identifiqué en Tu Amor. Eres el auxilio definitivo para mi Alma.
Siento mi ser rebosante de alegría. En Tu Espíritu, me reconozco como hermano de mis hermanos en la Humanidad. En ese Edén, que es Tu Sublime Afecto, no me veo como un expatriado, abatido por las tormentas del desaliento. Por fin, me encontré, ¡oh Dios!, porque te encontré.
(...) En Tu Divino Seno, encontré refugio; en Tu Amor, mi techo seguro; en Tu regazo, descanso para el Alma.
¡Gracias te doy, Padre Magnánimo, por escucharme!
Eres integralmente Amor; por lo tanto, Caridad, Madre y Padre de la verdadera Justicia.
En Ti habita, generosamente, la genialidad que tantos ansían, pues el planeta carece de ella: Tu Majestuosa Luz, que desciende a nosotros indistintamente, aunque no nos percatemos.
Confiando en Tu Criterio Sobrenatural, te entrego mi destino, ¡porque mi seguridad de hijo está en Tu Sabiduría de Padre!
¡Que así sea!
De esta forma concluye la sentida oración. Nada mejor que hablar con Dios, sobre todo en las horas en que espiritualmente nos debemos fortalecer, que al final son todas. ¿Quién no sufre en este mundo o padece de la privación de algo que las satisfacciones terrenales más sofisticadas no suplen? Busquemos, en la Fe, la Esperanza que necesitamos para nuestro sustento físico, mental y espiritual. ¿Qué Fe? Elija la suya.
Al terminar mi oración, sentía en mí el aliento de la clemencia de nuestro Amabilísimo Educador.
El notable científico francés Alexis Carrel (1873-1944), Premio Nobel de Fisiología o Medicina (1912), después de un exhaustivo estudio, definió: “La oración verdadera es un camino de la vida; la vida verdadera debe ser un medio de oración”.
Tiene razón el sabio Carrel. Cualquier liberación — que no haga del ser humano un esclavo — se inicia en la región del Espíritu. Por lo tanto, no habrá grito de Independencia definitivo si, por la indispensable educación de la mente y del corazón, se olvida, en el Tercer Milenio, que no hay nación fuerte si sus integrantes no saben lo que hacen en este mundo.
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