Balde de sangre
Siempre procuro respetar la opinión de todos, pero trato de que la conciencia de preservación de la vida aumente cada vez más, de forma tal que no se repitan situaciones trágicas similares a la extraída del periódico O Mensageiro, reproducido por la Revista André Luiz, Nº 7, en texto de Francisco Ferreira: "Monseñor L. B. Lyra, en un artículo titulado ‘Contra la nefasta ley del aborto’, narra el testimonio de una enfermera de un hospital inglés: ‘Tenía ante mí un ser pequeño e impotente, unido aún a la madre por el cordón umbilical. Era un varón muy bien formado. Estaba allí y gemía, y cuando lo toqué, agitó las manitas. Era una escena que desafiaba los instintos maternales de cualquier mujer, y yo, enfermera, noté que se me agitaban los sentimientos. Sin embargo, aquel pequeño ser en lugar de pasar a los brazos de su madre para ser acariciado y amado, era tirado a un balde de metal, dándose fin a una vida que no tuvo tiempo de empezar’”.
No se puede concebir que una mujer (ni un hombre) no se conmueva ante un drama como ese. Después de todo, el espíritu bueno que existe en el corazón de las mujeres erguirá al mundo sobre tanta insensatez. Ellas liquidarán la cultura mórbida que enturbia el horizonte de la Tierra y se propaga hasta actitudes tales que, desde el efecto Arrhenius, van, por ejemplo, fomentando el calentamiento global. Los avisos, desmentidos durante tanto tiempo, no evitaron que avanzaran, se encuentran ahí: estábamos en el inicio de 2010, cuando según la prensa internacional, un inmenso iceberg, del tamaño de Luxemburgo, se desprendió de la Antártida por el impacto de otro iceberg, llamado B9B, a la deriva desde 1987. De continuar así, en pocos años, ciudades del litoral podrán ser inundadas.
El cuerpo del bebé es del bebé
Quien trae dentro de sí misma la capacidad de dar la vida no puede amar la muerte. En cuanto a las madres adolescentes y/o solteras, ¿qué tal aumentar la ayuda hacia ellas con políticas públicas eficaces en todas sus formas? Y combatir menos a las instituciones de la sociedad que las amparan, facilitándoles acceso al mercado de trabajo, para que puedan criar a sus hijos.
En Mãezinha, deixe-me viver! [Mamita, déjame vivir] (1987), argumenté: los que, por desconocimiento de ciertos factores espirituales, lamentablemente todavía defienden el aborto alegando que la mujer es dueña de su cuerpo, se olvidan de que, siguiendo ese mismo razonamiento, el cuerpo del bebé es del bebé...
Jesús, el Profeta Divino, vino a la Tierra para salvar a las criaturas. Por esto, nuestra constante preocupación en defender la Vida.
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