Multiplicación de panes y peces y la lucha contra el desperdicio
En mi libro O Capital de Deus [El Capital de Dios], comento un pasaje evangélico que nos aporta una instructiva lección.
Conocedor de los Soberanos Estatutos de la Economía de Dios, aún ignorados por la mayoría de los seres humanos, Jesús, el Cristo Ecuménico, el Divino Estadista, pudo realizar el milagro de la multiplicación de panes y peces, conforme relata San Mateo, 14:13 al 21.
La primera multiplicación de panes y peces
Multiplicación de panes y peces
13 Jesús, oyendo que Juan Bautista había sido decapitado por orden de Herodes, se retiró de allí en un barco, hacia un lugar desierto. Sabiéndolo, las masas populares vinieron de las ciudades, siguiendo a Jesús por tierra.
14 Desembarcando, Él vio una gran multitud. Se compadeció de ella y curó a sus enfermos.
15 Al llegar la tarde, acercándose a Él, sus Discípulos Le dijeron: Señor, el lugar es desierto, y la hora está adelantada. Despide, pues, a ese pueblo para que, yendo por las aldeas, compre para sí algo de comer.
16 Jesús les dijo: No necesitan retirarse; vosotros mismos dadles el alimento.
17 A lo que Le respondieron: ¡Señor, no tenemos aquí sino cinco panes y dos pececitos!
18 Entonces, el Maestro les ordenó: Traédmelos a mí.
19 Y, habiendo mandado que todos se sentasen sobre el pasto, tomando los cinco panes y los dos pececitos, levantando los ojos al cielo, los bendijo. Después, habiendo partido los panes, los dio a los Discípulos, y estos, a la multitud.
20 Todos comieron y se llenaron. Y, de los pedazos que sobraron, recogieron aún doce canastos llenos.
21 Y los que comieron fueron cerca de cinco mil hombres, además de mujeres y niños.
Aliado a esto, no nos olvidemos que el Economista Divino nos enseñó el respeto a la capacidad personal de cada ser humano, al decir: “Vosotros sois dioses. Yo volveré al Padre, vosotros quedaréis aquí en la Tierra; (...) por lo tanto, podréis hacer mucho más que Yo” (Evangelio, según San Juan, 10:34 y 14:12).
Alguien, tal vez por ocio, analizando el fragmento anterior, podría argumentar que Jesús es un caso único y que, por esto, no hay parámetros para equiparar nuestra capacidad con la de Él, celestialmente superior. Una manera de combatir ese razonamiento sería considerar que, aunque sin estar en el altísimo nivel espiritual del Maestro de los maestros, somos capaces de tener gestos simples que hacen una inmensa diferencia.
El poder de multiplicar los panes y los peces también está en nosotros, al empezar por el consumo consciente. Nos vamos a esforzar, entonces, por corregir el desperdicio. ¡Cuánto alimento descartamos por negligencia! Lo que es desperdiciado por las poblaciones abastecidas del mundo podría acabar con el hambre de los que padecen verdaderos tormentos. Es solo un paso. Sí, pero un paso considerable. Y solo por la suma de las aparentemente pequeñas acciones alcanzaremos los mayores éxitos.
Confucio
Como observó Confucio (551-479 a. C.): “Transporta un puñado de tierra todos los días y construirás una montaña”.
Aquí destaco lo que revela el Evangelista San Mateo, en el versículo 20 del capítulo 14: “Todos comieron y se llenaron. Y, de los pedazos que sobraron, recogieron aún doce canastos llenos”.
Es decir, por determinación de Jesús, no tiraron lo que les sobró. Las apreciables porciones recogidas por los Discípulos habrían de, en una nueva oportunidad, beneficiar a aquellas personas u otras. Reitero siempre que la migaja de hoy es la abundante comida de mañana. Reflexionemos sobre esto.
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