Aquí se estudia. Se forman Cerebro y Corazón
El Espíritu del ser humano, en la Tierra, es el comienzo de todo en el campo social. No se puede modificar por decreto.
Es claro que las leyes que promueven educación, salud, alimentación, empleo, por lo tanto, mejores condiciones de vida, van a dar resultado, si están bien estructuradas, reglamentadas y respetadas. No obstante, no se transforma realmente a una persona por pura y simple imposición.
Se trata de un largo trabajo que debe, además de instruir y educar, principalmente reeducar, lo que significa: iluminar la instrucción común con el lucero de la Espiritualidad Ecuménica. La cultura humana, durante milenios de progreso intelectual, se ha basado en términos generales en la falsa perspectiva de que los seres humanos pueden realizarse plenamente con los bienes materiales o circunstancias fuera de las propias. Se vuelve imprescindible una gran fuerza de voluntad individual y disciplina interior para romper la ignorancia y percibir que la mayor y más completa de todas las riquezas es el Reino de Dios, “que está dentro de nosotros” (Evangelio de Jesús, según San Lucas, 17:21).
Nos conforta saber que el Universo está dotado de un sabio mecanismo para rescatarnos de las pesadillas terrenales, siempre que estemos decididos a dejarlas atrás. Un antiguo dictado oriental enseña que “cuando el discípulo está listo, el Maestro aparece”. Y Albert Einstein (1879-1955) define: “Dios es sutil, pero no malicioso”.
Insisto que no se trata solo de ampliar los horizontes culturales del educando, que es necesario, pero no es todo. En general, cuando se habla de cultura en este mundo, se resume solamente al intelecto, y no es suficiente. En el Complejo Educativo Buena Voluntad de São Paulo y en sus escuelas en Brasil, se encuentra, destacado, en la entrada: Aquí se estudia. Se forman Cerebro y Corazón.
Luz y sabiduría espiritual
Aquel que experimenta, aunque sea un poco, los escenarios divinos que habitan en su Alma no se conforma más con las recompensas superficiales y efímeras del egoísmo. Al contrario, luchará incesantemente por despojarse de las ilusiones de su ego, con el fin de vestirse con el deslumbrante lienzo del Amor y de la Justicia universales. Esa conversión espontánea del individuo —descubierta de la verdadera identidad espiritual— es fórmula segura y duradera para la anhelada reforma de la sociedad, que no se desarrollará en su plenitud si el Espíritu del ciudadano (o ciudadana) no es tenido en cuenta.
El Nuevo Cielo de la conciencia de cada uno, generando la Nueva Tierra de la armonía y del respeto entre todos, en la Religión, en la Política, en la Ciencia, en el Deporte, en el Arte, en la Economía, en la vida doméstica y en la vida pública, y así en lo sucesivo, es instaurar en el planeta la civilización que el Divino Estadista espera de nosotros.
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