Manifiesto de la Buena Voluntad (III)
Entre las naciones, Brasil se destaca como privilegiada. Ninguna, entre las cinco más extensas del mundo, puede presentar relación tan equilibrada entre dimensiones, recursos de la Naturaleza, población, homogeneidad cultural y armonía étnica. El atraso tecnológico podrá ser superado en pocos años, si somos capaces de llevar a cabo una política de enseñanza (instrucción y educación, sin olvidar la espiritualidad), decisiva e impetuosa. Y nuestra LBV desea formar parte de este proceso, porque históricamente integra la lista de instituciones que tienen el saber como principio y a la persona humana y su Espíritu, como meta.
Desde el punto de vista de la Política de Dios, al Estado no le corresponde sólo el papel de estimular a la empresa privada, para obtener de ella los recursos que sustenten las obligaciones esenciales del Gobierno: educación, salud, prevención, saneamiento, vivienda, seguridad, justicia. También cabe al Estado desarrollar la capacidad de la población, para liberarla de la esclavitud y de la ignorancia espiritual que la aprisiona. Gobierna bien aquel que, sin olvidarse de los cuerpos, aviva los corazones e ilumina las almas, dándoles ánimo frente a la lucha de la existencia con las poderosas armas del Amor, de la Verdad y de la Justicia. Un Pueblo ignorante es un Pueblo esclavo.
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