La religión no combina con la intolerancia
En el periódico Folha de S.Paulo, en la década de 1980, cuestionado por un lector, expuse que no veo a la religión como un ring de lucha libre, en el cual las muchas creencias se violentan en el ataque o en la defensa de principios, o de Dios, que es amor y que, por eso no puede aprobar manifestaciones de odio en Su Santo Nombre, ni necesita de la defensa rabiosa de quien sea. Alziro Zarur (1914-1979) decía que “el mayor criminal del mundo es aquel que predica el odio en nombre de Dios”.
Entiendo a la Religión como Solidaridad, Respeto a la Vida, Iluminación del Espíritu que todos somos. Sólo puedo comprenderla como algo dinámico, vivo, pragmático, altruisticamente realizador, que abre caminos de luz en las almas y que, por esa razón, debe estar a la vanguardia ética. No la entendería si no actuase también de modo sensato en la transformación de las realidades tristes que aún atormentan a los pueblos. Éstos están cada vez más necesitados de Dios, que es el antídoto para los males morales y espirituales y, por lo tanto, los sociales, incluidos la inmovilidad, el sectarismo y la intolerancia, que degeneran y oscurecen el Espíritu de las multitudes. (...) Y de ninguna manera se debe excluir a los ateos de cualquier providencia que venga a beneficiar al mundo.
La religión, como sublimación del sentimiento, es para hacer al Ser Humano mejor, integrándolo con su Creador, mediante el ejercicio de la Fraternidad y de la Justicia entre Sus criaturas. Con apurado sentido de oportunidad preconiza el Profeta Mahoma, en el Sagrado Corán: “Creemos en lo que nos fue revelado y en lo que os fue revelado. Nuestro Dios y vuestro Dios es el mismo. A Él nos sometemos”.
Dios, Sabiduría y Entendimiento
El Padre Celestial es fuente inagotable de sabiduría y entendimiento, cuando no es analizado bajo una óptica estereotipada o caricaturizada. Me recuerdo estas palabras de Santa Teresa de Ávila (1515-1582): “Busquemos siempre mirar las virtudes y las cosas buenas que vimos en los otros y taparles los defectos con nuestros grandes pecados”.
Todo evoluciona. Ayer se afirmaba que la Tierra sería el centro del Universo. ¿Por qué entonces las creencias tendrían que quedarse en el tiempo? Por lo contrario, religión, cuando es sinónimo de misericordia, tiene que iluminar armoniosamente a los demás extractos del pensamiento. Muy a propósito, esta meditación de nada menos que del escéptico Voltaire (1694-1778): “La tolerancia es tan necesaria en la política como en la religión. Sólo el orgullo es intolerante”. (...)
Para acabar con la frialdad de corazón
Cabe aún recordar esta abarcadora máxima de Zarur: “Religión, Filosofía, Ciencia y Política son cuatro aspectos de la misma Verdad, que es Dios”.
Pretenderse conservar estas ramas del saber universal confinadas en forma independiente, o en prejuicioso conflicto, ha sido el origen de muchos males que nos afligen, en especial tratándose de religión, entendida en el más alto sentido. Es principalmente de su área que debe provenir el espíritu solidario, que si a las demás les está faltando, es resultado de la frialdad de sentimientos que viene caracterizando las relaciones humanas, fundamentalmente en estos últimos tiempos.
No habrá Paz mientras que persistan las crueles discriminaciones y los criminales desniveles sociales
La ausencia de Fraternidad ha suscitado un gran desfasaje entre progreso material y madurez moral y espiritual. Pero siempre es hora de aplacar resentimientos. Sin embargo, no habrá Paz mientras persistan las crueles discriminaciones y los criminales desniveles sociales, provocados por la ambición, que debemos combatir con la eficiente Educación con Espiritualidad Ecuménica. Si no optamos por caminos semejantes, estaremos sentenciados a la realidad denunciada por Gandhi (1869-1948): “Ojo por ojo, y la Humanidad acabará ciega”.
Siempre un buen término puede surgir cuando los individuos se empeñan lealmente en él. Y esto ha hecho que la civilización, al menos tal y como lo vemos por ahí, milagrosamente sobreviva a sus peores tiempos de locura. La sabiduría del Talmud ofrece un mensaje práctico: “La paz es para el mundo lo que la levadura es para la masa”. Exacto.
Hay quien prefiere referirse al espíritu religioso, exaltando desvíos patológicos ocurridos en el transcurrir de los milenios. (De ningún modo incluyo en estos comentarios a los historiadores y analistas de buen sentido común.) Creo que esa conducta beligerante, que manchó de sangre la Historia, se debe distanciar de nuestros corazones mediante la fuerza de actos justos, ya que mayores son las razones que nos conducen a confraternizar que las que nos sirven para estimular los rencores. El odio es un arma que se vuelve contra el pecho de quien odia. Muy oportuna es esta advertencia del Pastor Martin Luther King (1929-1968), que no le negó su propia vida a los ideales que defendió: “Aprendemos a volar como los pájaros y a nadar como los peces, pero no el arte de convivir como hermanos”.
Además, el milagro que Dios espera de los Seres Humanos es que aprendan a amarse, para que no enloquezcan de una vez, de acuerdo con investigaciones sobre el uso bélico de la antimateria. El mejor altar para la veneración del Creador son Sus criaturas. Es urgente que la Humanidad tenga humanidad.
La virtud de la templanza
En Reflexiones del Alma, expuse que no habrá Paz duradera mientras prevalezcan privilegios injustificables, que deshonran la condición humana, por la ausencia de solidaridad, que debe iluminar a los hombres y a los pueblos. Escribió Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865): La Paz obtenida con la punta de una espada no pasa de una simple tregua”. Por eso, en estos milenios de “civilización”, multitudes murieron aniquiladas por las armas, por el hambre y por la enfermedad. (...) Jesús siempre predicó y vivió la Fraternidad. Como realmente creemos en el Divino Jefe, tenemos que luchar por lo que presentó como solución para los tormentos que aún afligen a las naciones. La templanza es virtud indispensable en esta batalla. Sin embargo, ante los desafíos, no confundamos pacifismo con debilidad de carácter. Muy a propósito, estas palabras de la autora Eleanor L. Doan: “Cualquier pusilánime puede alabar a Cristo, pero es necesario un ánimo fuerte para seguirlo”. No podemos tampoco olvidarnos de los ejemplos de los cristianos primitivos y buscar en ellos la vivencia que necesita repetirse en este mundo, esto es, la de la Paz: “De la multitud de los que creyeron, era uno el corazón y el alma. (...) Y así, perseguidos por todos los medios, pasaron a vivir en comunidad, sin que hubiera necesitados entre ellos, porque todos se ayudaban, cada uno con lo que poseía” (Hechos de los Apóstoles de Jesús, 4:32 a 34).
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