Einstein y la religión cósmica
Desde la mónera, la razón no aclaró en esencia los misterios que afligen a la Humanidad. Sin embargo, la Religión no satisfizo del todo el hambre de luz del mundo. Se hace necesario entender que una no podrá cumplir a la perfección su labor sin el auxilio de la otra.
Reflexionando sobre esa esencial alianza, concluyó Albert Einstein (1879-1955):
– "(...) Yo afirmo con todo vigor que la religión cósmica es el móvil más poderoso y más generoso de la investigación científica. Solamente quienes puedan evaluar los gigantescos esfuerzos y, sobre todo, la dedicación sin la cual las innovadoras creaciones científicas intelectuales no existirían, puede comprender la fuerza del sentimiento, único al crear un trabajo totalmente desvinculado de la vida práctica. Qué confianza profunda en la inteligibilidad de la arquitectura del mundo y qué voluntad de comprender, aunque solo sea una parte minúscula de la inteligencia a revelarse en el mundo, debía animar a Kepler y a Newton para que hayan podido explicar los mecanismos del funcionamiento celestial, con un trabajo solitario de muchos años. Aquel que solo conoce la investigación científica por sus efectos prácticos ve muy de prisa y en forma incompleta la mentalidad de hombres que, rodeados de contemporáneos escépticos, indicaron caminos a las personas que pensaban como ellos. Ora, ellos están dispersos en el tiempo y en el espacio. Aquel que dedicó su vida a idénticas finalidades es el único que tiene una imaginación comprensiva de estos hombres, de aquello que los anima, les estimula la fuerza de conservar su ideal, a pesar de innumerables frustraciones. La religiosidad cósmica prodiga tales fuerzas. Un contemporáneo declaraba, no sin razón, que en nuestra época, instalada en el materialismo, se reconocen en los sabios escrupulosamente honestos los únicos espíritus profundamente religiosos".
A este sentido de religión cósmica aspirada por el brillante físico, sin dudas se aproximó uno de los más grandes abolicionistas brasileños: Joaquim Nabuco (1849-1910). El gran diplomático, que en 1901 fue notable en la misión ordinaria de embajador de la República de Brasil en Londres, y a partir de 1905, en Washington, escribió: "La religión no es un obstáculo a la alegría y a la libertad. La fe es un pájaro que se posa en lo alto del follaje y canta en las horas en que Dios escucha. (...)".
Con seguridad, Nabuco había comprendido la realidad de una creencia universal, que puede ser sentida y vivida por el corazón del ser humano, desde la inteligencia modesta a la más erudita.
Serias consecuencias morales
En Arnoso, Portugal, reescribí un artículo originado de una carta que escribiera el 28 de febrero de 1993, a mi hijo José Eduardo, que en aquel momento estudiaba música en Bulgaria. Su título: "Materia es también Espíritu. Dios no es suicida". Fue publicado el 29 de abril de 1993, por el Correio Braziliense (de Brasília/DF, Brasil): (...) La revolución de Einstein en el campo de la Física fue en esa misma dirección: E=mc2. La conceptualización moderna de la materia es nuclear. La imagen de la solidez fue sustituida por el circuito fisión/fusión. La liberación de la energía, contenida en el dinamismo de los núcleos acelerados, pasa por los dedos y escapa a las manos de los que desearían agarrar la materia, basados en obsoletos conceptos del materialismo dialéctico. He aquí un descubrimiento científico de serias consecuencias morales, como todos los son en profundidad.
La vida eterna no aconseja el suicidio
Dice un antiguo lema: "Aquí se hace y aquí se paga". Sin embargo, el origen de los beneficios y de los males que afectan al ser humano se encuentra primero en el campo espiritual. Es necesario, pues, conocer las carencias del alma, su visión religiosa, política, económica, comercial, pública y colectiva, de forma que no vivamos eternamente ilusionados por lo que solo vemos y tocamos, mientras que el Espíritu, nuestra verdadera procedencia y destino, sigue siendo el gran olvidado.
Los que desacreditan la continuación de la Vida después del fenómeno llamado muerte, pueden situarse entre aquellos que consideran a la tumba como la expresión mayor de sus ambiciones. (...) Y este fraterno mensaje sirve de advertencia a los que buscan el olvido de sus problemas en el suicidio. Aunque, no debamos temer a la muerte, jamás buscaremos la autodestrucción, porque el espíritu es inmortal. Siendo así, permanecen las dificultades, tanto aquí como allá. Buena medida es buscar resolverlas en la Tierra.
Como la muerte verdaderamente no existe, los que piensan encontrar sosiego en ella, en el otro lado serán sorprendidos por aquello de lo que huían, aumentado con nuevas implicaciones. Se trata de la trágica realidad, que no debemos provocar.
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