Parece que fue ayer...
Estoy celebrando un año más de trabajo en la Legión de la Buena Voluntad (LBV). Amanecía el 29 de junio de 1956 —Día de San Pedro y San Pablo—. Nací en Rio de Janeiro, Brasil. Con 15 años, en un gesto intuitivo, encendí la radio. Estaba en el aire la Radio Tamoio. Vivíamos los festejos de junio. Sorprendido, oí los acordes de ¡Noche de Paz! —de Joseph Mohr (1792-1848) y Franz Grüber (1787-1863)— en un tiempo aún distante de la Navidad. Y pronto vibró la palabra de Alziro Zarur (1914-1979), inolvidable fundador de la LBV. Ese hecho cambió mi vida, así como la de tantos otros que esperaban a alguien que les hablara sobre lo que necesitaban oír respecto de Quién, en el decir de Juan el Bautista, no somos merecedores “de limparLe el polvo de las sandalias”: ¡Jesús! Zarur entonaba el “¡Gloria a Dios en las Alturas, Paz en la Tierra a los hombres de Buena Voluntad!” (Evangelio, según San Lucas, 2:14). En aquel momento sentí como si un rayo descendiera sobre mí, pero sin fulminarme. Por lo contrario: percibí que no soy solo un producto de la carne, puesto que ciertas mentalidades, por ahí, creen y hace creer a otros que este mundo es una carnicería. Tengo Espíritu. No como resultado de combinaciones químicas cerebrales, porque, la inteligencia se sitúa más allá del cuerpo, como si hubiera una mente psíquica fuera del cerebro somático. (...) A partir de aquel momento, lo que se despertó en mí no podía surgir de un pedazo de materia que un día se transformará en rebelión famélica de los gusanos. ¡Ah! ¡Somos algo muy superior, que sintoniza las estrellas! Por lo tanto, es imprescindible tener en nosotros un diapasón que resuene en la grandeza de su melodía. (...) En ese mismo instante, le dije a mi inolvidable madre, Idalina Cecília de Paiva (1913-1994) y, decidido, afirmé: “¡Es con ese que yo voy!”.
Aprendí en estos años de vida legionaria que nadie hace nada solo. En mi 66o aniversario de trabajo en esta Obra —que lucha sin descanso por un mundo mejor y una Humanidad más feliz— comparto también esa fuerza con todos los que, con sus oraciones y apoyo a nuestras iniciativas, forman la gran familia de la Buena Voluntad de Dios.
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