¡El Nuevo Año! ¿Un Año Bueno?
Artículo publicado en el periódico O Sul, de Porto Alegre/Rio Grande do Sul, Brasil, en la columna Opinião (Opinión), el 31/12/2006.
No hay nada mejor que hablar con Dios. ¿Quién no sufre o padece de privación de alguna cosa que las satisfacciones terrenales más sofisticadas no compensan su falta?
Se suele exclamar al llegar cada primero de enero: “¡Año Nuevo! ¡Año Bueno!”. No soy ningún Catón, pero hay quien lo hace movido por cosas que no se hablan... Después viene la resaca. Y después de la resaca, cuando el hígado protesta, la gente culpa a Dios, al diablo y al mundo... Y, el infortunio para los que estuviesen cerca... Mientras esto sucede, aproximadamente miles de millones de personas diariamente van a dormir con hambre. De ahí la necesidad de la Navidad Permanente de Jesús, como la expansión de la Fraternidad, el Ecumenismo que se conmueve con el dolor ajeno y actúa para ponerle fin.
¿Un Año Bueno? ¡Depende de nosotros! Y de la comprensión que — sin la conciencia de que la Vida Espiritual es una realidad — la material podrá convertirse en un trastorno, si no sabemos de verdad hacer un uso correcto del libre albedrío, principalmente en la Democracia, que es el régimen de la responsabilidad.
Orar es amar y actuar
La Oración no es el refugio de los cobardes ni de los ociosos. Ella nos eleva, el trabajo nos realiza. El Papa reza, el Dalai-Lama medita, Chico Xavier oraba, los rabinos entonan sus súplicas, los evangélicos cantan sus alabanzas a Dios, los islámicos recitan el Sagrado Corán... ¿Qué es la Oración, sino el Amor del que se dispone para grandes hechos? Un hermano ateo, cuando medita y practica un acto que beneficia a la colectividad, está orando. En Crónicas y Entrevistas, escribí que orar y meditar se asemejan. Rezar no es una acción simplemente figurativa. Es el más poderoso instrumento que la esencia humana, el Capital Divino, posee. Como afirmaba el monje alemán Tomás de Kempis (1380- 1471), en Imitación de Cristo: “Sublime es el arte de conversar con Dios.”
Para evitar el vómito de las naciones
En estos tiempos de mundialización en que muchas fronteras caen, preferentemente sobre las cabezas de las poblaciones más pobres, el Pueblo busca un rumbo seguro para la existencia, hasta ahora esencialmente regida por fuerzas discordantes. Sin embargo, no siempre es el mejor de todos el destino que se le ofrece. Y la Historia se repite en la suma de engaños que pueden desembocar en un movimiento incontrolable de masas. Las naciones también vomitan.
Buscan, entonces, aliento para sus dolores en la violencia o en lo Invisible. Empero, como algunos se acostumbraron a una visión restrictiva del Poder Espiritual, a menudo elevan su oración a un dios antropomórfico, que no les responde, pues ni siquiera existe (...). Y así se frustran.
Orar fortalece
Al acostarme, al amanecer de un 1er de enero ya lejano, fecha del aniversario de la LBV, elevé una oración a Dios, con la esperanza filial de merecer Su misericordiosa atención. Me acordé, en aquel momento, del gran esfuerzo emprendido por Alziro Zarur (1914-1979) para la victoria de la Buena Voluntad, del buen sentido de Melanchton (1497-1560) y del notable pontificado de Juan XXIII (1881-1963). Al elevar mi Alma al Padre Celestial, sentí Su compasiva influencia vibrando en mi Espíritu. Y no hay en esta afirmación ninguna jactancia, porque Jesús nos enseña que: “el Reino de Dios está dentro de vosotros”. (Evangelio de Jesús según Lucas, 17:21)
La Oración
Oh, Dios, que sois mi refugio, a Vos, otra vez, elevo mi pensamiento y encuentro respuesta a mis propósitos.
Lejos de mí las profecías del desánimo que proclaman un Juicio Final sin remisión, cuando sois Vos — en todo — el Principio Eterno de la permanencia pujante de vida. En Vos no escucho el abismo, pero vislumbro la redención.
Creo en el Amor Universal, que conduce al género humano a la supervivencia, que es porfiado en subsistir, a pesar de las muchas celadas que encuentra en su camino.
Esta es mi Fe que Realiza, que vive en Paz con las demás; mi ideal ecuménico de Buena Voluntad, que se esfuerza por la confraternización de todas las naciones, por ser formadas por criaturas Vuestras, ¡oh, Creador Único de Cielos y Tierra! Sois la Fraternidad Suprema, el abrigo de los corazones. (...) Me encontré a mí porque me identifiqué con Vuestro Amor. Sois el auxilio definitivo para mi Alma.
Siento mi ser transbordar de alegría. En Vuestro Espíritu, me reconozco como hermano de mis hermanos en Humanidad. En ese Edén, que es Vuestro Sublime Afecto, no me veo como expatriado, abatido por las tempestades del desaliento. Por fin me encontré, ¡oh, Dios!, porque Le encontré.
(...) En Vuestro Divino Seno, encontré refugio; bajo Vuestro Amor, mi seguro techo; en Vuestro Regazo, descanso para el Alma.
¡Gracias a Vos doy, Padre Magnánimo, por oírme!
Sois integralmente Amor, pues sois Caridad, Madre y Padre de la verdadera Justicia.
En Vos vive, con abundancia, la genialidad por la que tantos claman, pues de ella el Planeta carece: Vuestra Majestuosa Luz, que desciende a nosotros indistintamente, aunque no nos percatemos.
Confiando en Vuestro Criterio Sobrenatural, Le entrego mi destino, porque mi seguridad de hijo ¡está en Vuestra Sabiduría de Padre! ¡Que así sea!
Fe y espíritu democrático
No hay nada mejor que hablar con Dios. ¿Quién no sufre o padece de privación de alguna cosa que las satisfacciones terrenales más sofisticadas no compensan su falta? Busquemos en la Fe y Esperanza para nuestro sustento físico, mental y espiritual. ¿Qué Fe? ¡Elija la suya! El espíritu democrático debe también imperar en el campo religioso.
Que el Año Nuevo sea un Año Bueno, realmente. Sin embargo, eso depende de nosotros. De todos nosotros.
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