Somos uno
En la Mies de la Buena Voluntad, cultivamos la parte divina que existe en todos los individuos, y que espera ser despertada para convertirse en la guía de su propia evolución. Por eso, predicamos el Ecumenismo de los Sentimientos Fraternos, que a todo trasciende, de aquellos que anhelan unirse en la construcción de un futuro feliz.
Un día, la Ciencia va a extender la comprensión de aquello que ya perciben los místicos universalistas: “Somos uno”. ¡Sí, somos uno!
Seamos uno para mantener la supervivencia de este maltratado planeta. Seamos uno para que el agua no quede irremediablemente contaminada. Seamos uno para que juntos podamos, por los medios científicos, descubrir la cura de enfermedades que han sido erradicadas, pero que están resurgiendo, y para las nuevas que se manifiesten, “trastornando” a mucha gente y haciendo padecer a poblaciones enteras. Seamos uno, porque tenemos que entender, aunque medianamente inteligentes, por más humildes y simples que seamos, que solo disponemos de una morada: la Tierra.
Seremos uno, también, para que los animales del océano —como se encuentra en el Segundo Flagelo del Apocalipsis de Jesús, 16:3— no se extingan: “El segundo Ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser viviente que había en el mar”. (...)
Con esfuerzos, en conjunto, mantengamos la esperanza de que todavía podemos salvar nuestro planeta.
El Evangelio de Jesús, según San Mateo, 26:41, claramente recomienda: “Orad y velad”, es decir, confiar en Dios y trabajar con empeño para que las cosas realmente mejoren.
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