Mensaje a García
Algunos lectores que me honran con su paciencia solicitaron la presentación de una historia contada por Elbert Hubbard, que publiqué en el primer volumen del libro O Brasil e o Apocalipse (1984) [Brasil y el Apocalipsis]. Se trata de la página “Mensaje a García”, una elocuente invitación a quienes se quejan del estado del mundo, pero que continúan sentados en el sofá. Para que tengan mayor espíritu de decisión, he aquí el mensaje:
Un hombre se destaca en el horizonte de mi memoria como el planeta Marte en su perihelio.
Cuando irrumpió la guerra entre España y los Estados Unidos, lo que le importaba a éste era comunicarse rápidamente con el jefe de los insurrectos, García, que se sabía se encontraba en alguna fortaleza en el interior del campo cubano, pero sin que se pudiese precisar exactamente dónde. Era imposible un acuerdo con él por el correo o por el telégrafo. Sin embargo, el presidente tenía que asegurarse de su colaboración, y esto cuanto antes. ¿Qué hacer?
Alguien recordó: “Hay un hombre llamado Rowan; y si alguna persona es capaz de encontrar a García, ha de ser Rowan”.
Rowan fue traído a la presencia del presidente, que le confió una carta con la responsabilidad de entregarla a García. De cómo ese hombre, Rowan, tomó la carta, la metió en un envoltorio impermeable, lo ató al pecho y, después de cuatro días, saltó de un barco sin cubierta, tarde en la noche, en las costas de Cuba; de cómo se internó en el campo para, después de tres semanas, surgir del otro lado de la isla, habiendo atravesado a pie un país hostil, entregando la carta a García — son cosas que no vienen al caso narrar aquí pormenorizadamente. El punto que deseo acentuar es este: Mac Kinley dio a Rowan una carta destinada a García; Rowan la tomó y ni siquiera preguntó: “¿Dónde está él?”
¡Hosanna! He aquí un hombre cuyo busto merecía ser fundido en bronce eterno y su estatua colocada en cada escuela del país. No es de la sabiduría libresca que la juventud necesita, ni de instrucción sobre esto o aquello. Necesita, sí, de un endurecimiento de las vértebras, para poder mostrarse altiva en el ejercicio de un cargo; para actuar con diligencia; para cumplir una encomienda; para, en suma, llevar un mensaje a García.
El general García ya no es de este mundo, pero hay otros Garcías. Ninguno que se ha empeñado en llevar adelante una empresa en que la ayuda de muchos se vuelva necesaria ha sido librado de momentos de verdadera desesperación ante la imbecilidad de un gran número de hombres, ante la inhabilidad o falta de disposición de concentrar la mente en una determinada cosa y hacerla.
“Ámense los unos a los otros”
El Mandamiento Nuevo de Jesús, Ley de Solidaridad Planetaria —“Ámense como Yo los he amado. Solamente así podrán ser reconocidos como mis discípulos” (Evangelio, según San Juan, 13: 34 y 35)—, es un Mensaje a García dirigido también a millones de sordos morales o amantes de la Ley del Talión. No fue porque sí que en un instante de amargura Gandhi (1869-1948) declaró: “Ojo por ojo y el mundo acabará ciego”.
Creemos en el Amor y en la Justicia iluminada por el Nuevo Mandamiento. Pero, jamás predicamos la resignación. Hay que promover la Esperanza en este planeta, la Paz de Dios, la tranquilidad y seguridad al Espíritu, aún solo tangencialmente tocada por los acuerdos internacionales, en general obedientes a intereses desiguales, fuentes de tantos conflictos. No obstante, el ser humano llegará allá... Él, en virtud de un saludable empeño en continuar habitando la Tierra, adquirió una paranormal habilidad de sobrevivir a las más serias crisis de su historia, entregando en el momento adecuado, cuando todo parece perdido, su Mensaje a García.
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