¿Qué le falta al mundo para que haya Paz?
En ninguna época la civilización alcanzó semejante grado de tecnología. ¿Qué le falta, pues, para que haya Paz? Falta sublimar las acciones del progreso con la Espiritualidad Ecuménica que, sepamos o no sepamos, queramos o no queramos, potencialmente nos acompaña desde antes de la cuna. Y debemos ser proclamadores de esta Espiritualidad, como creyentes en Dios. Naturalmente, entendido como Amor, Verdad y también Justicia, que “es el apoyo del mundo”, mientras que “la injusticia, por el contrario, es el origen y la fuente de todas las calamidades que lo afligen”, según con el pensamiento del filósofo Dietrich de Holbach (1723-1789).
Como escribí en el libro Dialéctica de la Buena Voluntad — Reflexiones y Pensamientos, lanzado en 1987: En un futuro que nosotros, civiles, religiosos y militares con sentido común, deseamos próximo, no se firmará más la Paz bajo las orugas de tanques o el tronar de cañones; sobre pilas de cadáveres o multitudes de viudas y huérfanos; ni tampoco sobre grandiosas realizaciones de progreso material sin Dios. Es decir, sin el correspondiente avance ético, moral y espiritual. El ser humano descubrirá que no es solamente sexo, estómago e intelecto, sometido a lo que toma como realidad única. Hay en él un Espíritu eterno, que le habla de otras vidas y otros mundos, que busca por la Intuición o por la Razón. La paz de los hombres es, aún hoy, la de los lobos y de algunos locos negligentes que dirigen los pueblos de la Tierra.
La Paz, la verdadera Paz, nace primero del corazón limpio del hombre. Y solamente Jesús puede purificar el corazón de la Humanidad de todo el odio, porque Jesús es el Señor de la Paz.
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