La Solidaridad y los derechos humanos
Artículo publicado en la revista BUENA VOLUNTAD Mujer, enviada a las Naciones Unidas en marzo de 2014.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) promueve anualmente la sesión de la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer. Es con gran honor que, desde hace varios años la Legión de la Buena Voluntad (LBV) prestigia este notable encuentro internacional con su contribución.
La mujer ha sido el verdadero sostén de todas las naciones, cuando está integrada en Dios o en los ideales más nobles a los que un ser humano pueda aspirar: la Bondad Sublime, el Amor Fraterno, la Justicia Suprema, la Fraternidad Real — aunque no profese una tradición religiosa. Nada más sensible que el corazón de las mujeres espiritualmente esclarecidas. ¿Y de qué más necesita el mundo, principalmente en épocas difíciles como la que estamos viviendo? De sentimientos sublimados en el espíritu de la paz, de la armonía, de la solidaridad, de la caridad, del diálogo, de la fraternidad dinámica, que resuelve los problemas sociales sin generar consecuencias peores.
Nos alegramos por las victorias alcanzadas por medio de las metas globales de desarrollo propuestas por la ONU, en el 2000. No obstante, sabemos, que aún hay mucho que hacer por el prójimo. De ahí la importancia del presente tema, objeto de discusión de los Estados Miembros, delegación internacionales, autoridades y demás participantes en esta conferencia, reunidos en Nueva York, EUA: “Desafíos y logros en la aplicación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio para las mujeres y las niñas”.
Se trata del momento oportuno para evaluar los aciertos y empeñarse aún más en las mejoras que se deben realizar, proponiendo soluciones, por ejemplo, en el campo de la educación, de la salud, en la lucha contra la pobreza y la violencia, entre ellas, la hedionda explotación sexual de mujeres, jóvenes y niñas. Nunca debemos desanimarnos en la lucha por la dignidad humana y por la erradicación de las desigualdades sociales y de género, en el mundo.
Es inadmisible que en el planeta, según indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada tres mujeres sufre algún tipo de violencia (física o sexual), teniendo como autor o no, al propio compañero.
Es fundamental avanzar, del mismo modo, en las acciones que pongan fin a la diferencia de salarios entre los géneros, que promuevan el acceso equitativo a posiciones gerenciales en el mercado de trabajo y en la división de los quehaceres domésticos entre hombres y mujeres. En fin, se trata siempre de garantizar los principios de ciudadanía y los derechos humanos.
Libertad, deberes y derechos
Muy a propósito, presento mi contribución expresada en modestas conferencias, publicadas, entre otros, en Reflexiones y Pensamientos — Dialéctica de la Buena Voluntad (1987) y en el Manifiesto de la Buena Voluntad (21 de octubre de 1991):
Creer que puedan existir derechos sin deberes es llevar al mayor perjuicio la causa de la libertad. Es importante aclarar que, cuando señalo los deberes del ciudadano por sobre sus derechos, de ninguna manera defiendo una visión distorsionada del trabajo en que la esclavitud es una de sus facetas más abominables.
Por esto, queremos que todos los seres humanos sean realmente iguales en derechos y oportunidades, y por más loables y reconocidos que sean sus méritos sociales, intelectuales, culturales y religiosos, no se pierdan de los derechos de los demás ciudadanos. Ya que, libertad sin responsabilidad y fraternidad es una condena al caos.
Trabajamos, pues, por una sociedad en que el Creador y Sus Leyes de Amor y Justicia inspiren empeño por la libertad individual. Es lo que nos suscita la Navidad Permanente de Jesús, el mensaje universalista del Libertador Divino, Aquel que, con Su sacrificio, dio su vida por la Humanidad. Todo esto para garantizar seguridad política, social, jurídica, bajo Su visión divina (...).
La escritora, filósofa y feminista francesa, Simone de Beauvoir (1908-1986), se expresó bellamente sobre la importancia de la solidaridad y dedicación al prójimo, cuando dijo:
— La vida conserva su valor mientras atribuimos un valor a la vida de los otros, por medio del amor, de la amistad, de la indignación, de la compasión.
Las virtudes reales, de hecho, serán aquellas constituidas por la propia criatura en la ocupación honesta de sus días, en la administración de sus bienes y en el respeto por lo que es ajeno, en la bella e instigante aventura de la vida. Una nación que incorpore tales elementos será siempre fuerte e inviolable.
La anhelada libertad
A lo largo de las eras, el estudio del Derecho se fue perfeccionando, con el fin de dar garantías cada vez más sólidas a la sociedad. El siglo XX, por ejemplo, nos legó un inmenso aprendizaje mediante las sucesivas conquistas civiles ante las mayores dificultades enfrentadas por las poblaciones.
Ante los innumerables episodios registrados por los tiempos, podemos concluir que el ser humano necesita del pan de la libertad. Sin embargo, no existe verdadera libertad si ésta no está iluminada por el sentimiento fraterno y solidario. El resto corre el riesgo del caos, y la Historia está repleta de ejemplos para comprobar esa realidad.
Por lo tanto, rindamos homenaje a tantos activistas que a lo largo de la Historia anhelaron libertad y condiciones dignas de vida, en especial las mujeres luchadoras. Ellas, diariamente, empeñan su propia existencia en el amparo a sus hijos, sean ellos biológicos, adoptados o, como suelo decir, hijos que se traducen en grandes realizaciones en beneficio de la Humanidad. Todas las mujeres son madres.
Una de esas brillantes mujeres fue la médica pediatra, sanitarista brasileña, fundadora de la Pastoral del Niño, la Dra. Zilda Arns (1934-2010), que afirmó:
— El trabajo social necesita de movilización de las fuerzas. Cada uno colabora con aquello que sabe hacer o con lo que tiene para ofrecer. De este modo, se fortalece el tejido que sostiene la acción y cada uno siente que es una célula en la transformación del país.
“Borrador de Ginebra”
Otra mujer luchadora fue Eleanor Roosevelt (1884-1962), viuda del presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt (1882-1945). Desde enero de 1947, ella dirigió la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, hasta la adopción de los 30 artículos, en aquel memorable diciembre de 1948. Considerada la fuerza motriz del proyecto, Doña Eleanor lideró un grupo de 18 integrantes de heterogénea formación cultural, política y religiosa, elaborando lo que fue conocido como “Borrador de Ginebra”, en septiembre de 1948, presentado y sometido a la aprobación de más de 50 países miembros. Es con mucho orgullo que recuerdo la participación del ilustre periodista brasileño, mi estimado amigo, Austregésilo de Athayde (1898-1993), uno de los más destacados colaboradores de ese extraordinario trabajo. Él también ocupó la presidencia de la Academia Brasileña de Letras (ABL), durante 34 años, y del Consejo de Honor para la Construcción del ParlaMundi de la LBV, en Brasília/DF, Brasil.
Es de Eleanor Roosevelt esta reflexión:
— La libertad le hace una exigencia enorme a cada ser humano. Con la libertad viene la responsabilidad. Para la persona que es reacia a crecer, para la persona que no quiere cargar su propio peso, esta es una perspectiva que asusta. (Las negritas son nuestras.)
La Gran Familia Humanidad
Anhelo que en este siglo XXI logremos consolidar esos nobles ideales y extenderlos a los pueblos de la Tierra, para que sean plenamente experimentados. Y jamás repetir los siglos anteriores en aquello en lo que fracasaron.
Muy a propósito, esta consideración de Mahatma Gandhi (1869-1948):
— Si queremos progresar, no debemos repetir la historia, sino hacer una historia nueva.
En la 58ª edición de este eminente evento, cuyo eje de las propuestas es la mujer — con quien aprendemos a cuidar del otro con dedicado esmero y sacrificio —, ¿qué ambicionamos nosotros sino pedirle a la Humanidad más humanidad para con ella misma? Deseamos ver llegar el día en que, finalmente, nos reconozcamos como hermanos, miembros de una única familia conviviendo pacíficamente en esta morada global.
Era lo que soñaba la costurera Rosa Parks (1913-2005), activista de los derechos civiles de los afroamericanos. Esa valiente mujer, cierta vez, afirmó:
— Yo creo que estamos aquí, en el planeta Tierra, para vivir, crecer y hacer lo que nosotros podamos para que este sea un mundo mejor y para que todas las personas tengan libertad.
Suelo afirmar que la humildad, por sobre todo, es valiente. Y Rosa Parks se convirtió en un ícono en la lucha por la igualdad racial y por el fin del prejuicio en los Estados Unidos.
Su gesto aparentemente pequeño — cuando el 1º de diciembre de 1955 se rehusó a cederle lugar a un hombre blanco en un ómnibus de la ciudad de Montgomery, Alabama — significó romper la opresión del tiránico racismo. En aquella época, aun habiendo división entre asientos para blancos y negros, éstos eran obligados a levantarse para cederles el asiento a los blancos, cuando todos los lugares del vehículo estuvieran llenos.
Ejemplos como ese solo refuerzan lo que hace décadas repito: Valorizar a la mujer es dignificar al hombre. Y viceversa.
¡Que Dios bendiga este portentoso encuentro y que las mujeres alcancen su merecido espacio en la sociedad, pues todo lo que ellas apoyan bien se convierte en victoria!
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