Solidaridad con el pueblo de Filipinas
En la felicidad o en el dolor, el ser humano nunca está solo. Sabiéndolo o no, creyéndolo o no, tiene a Dios en sí. En el desierto o en el huerto, en la montaña o en el valle, en la ciudad o en el campo, si, reverente, contempla hacia lo Alto, verá una multitud de estrellas, llevando en su interior miles de miles de millones de vidas.
Con la misma Fe que Realiza la que me llevó a escribir esas palabras, después publicadas en mi libro “Cómo vencer el sufrimiento” (1990), me gustaría transmitir fraterna solidaridad al pueblo del archipiélago de las Filipinas, en Asia. Nuestros Hermanos en Humanidad padecen terriblemente las consecuencias del paso del super tifón Haiyán, el último viernes, 8/11. Alcanzando vientos de más de 300 km/h, la tormenta, considerada una de las mayores registradas en tierra firme, devastó algunas regiones del país. No es posible aún determinar el número exacto de víctimas. Las autoridades estiman miles de muertos y desaparecidos.
LA CARIDAD, UNA HERRAMIENTA DE RECONSTRUCCIÓN
Especialistas en el comportamiento humano concuerdan que, en situaciones semejantes, cuando el dolor nos sorprende de manera tan cruel, la superación requiere una actitud de coraje. Es igualmente indispensable dejar a un lado los sentimientos de angustia y rebelión.
Para los que creen en un poder superior, en la Eternidad, les resulta más fácil aceptar y superar esa prueba. Sin embargo, incluso los escépticos pueden encontrar energía constructiva para dar un nuevo sentido a su existencia. Contamos, por ejemplo, con la caridad, la ayuda al prójimo, como emblemática herramienta de reconstrucción (...).
En los corazones de quienes quedaron, la ausencia repentina de los que volvieron a la Gran Patria de la Verdad es alivianada por la seguridad de que el Creador les proporciona una renovada condición de vida a sus seres queridos, pues los muertos no mueren. Y, donde estuvieran, necesitan de esa comprensión de los que permanecen en la Tierra. Consideremos la posibilidad de vida actuante en otras dimensiones. El Mundo Espiritual no es una abstracción.
Todos nosotros, seres humanos y espirituales, somos siempre llamados al entendimiento de las realidades más profundas, con el fin de soportar y superar los desafíos diarios.
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