Alabanzas a la Paz
El mundo en guerra, o mejor, el mundo siempre en guerra. Entonces, es igualmente la hora de hablar siempre de la Paz y de luchar por ella, sin descanso, hasta que sea alcanzada, incluso la paz en el tránsito, cuyos accidentes causan tantas víctimas. Uno de los peligros que la Humanidad atraviesa es la vulgarización del sufrimiento. De tanto ver el sufrimiento en los necesarios medios de comunicación, una parte de la población puede considerarlo como algo imposible de ser cambiado. He aquí la masacre de la tranquilidad entre las personas y las naciones cuando se dejan arrastrar por lo “irremediable”. Sin embargo, todo es posible de mejorar y de rectificar en esta vida.
Si por la masacre de las noticias trágicas, las familias se acostumbran a lo absurdo, éste irá tomando cuenta de sus existencias.
Si no nos resulta posible evitar la Tercera Guerra Mundial, fruto de la siembra de milenios de locuras humanas, igualmente, no deseamos el remordimiento de no haber hecho lo posible y lo imposible para recordar al mundo la Paz de Dios. Por todos los medios y modos, contraponemos desde hace mucho el dictado latino: “Si quieres la Paz, prepárate para la guerra” (“Si vis pacem, para bellum”), proclamando el espíritu que inspiró a Rui Barbosa (1849-1923), el valiente Águia de Haia, cuando dijo: "Si quieres la Paz, prepárate para la Paz".
En mi libro Reflexiones y Pensamientos — Dialéctica de la Buena Voluntad (1987) se puede leer:
En un futuro que nosotros, civiles, religiosos y militares con sentido común, deseamos próximo, no se firmará más la Paz bajo las esteras rodantes de tanques o al tronar de cañones; sobre pilas de cadáveres o multitudes de viudas y huérfanos; ni siquiera sobre grandiosas realizaciones del progreso material sin Dios. Es decir, sin el correspondiente avance ético, moral y espiritual. El Ser Humano descubrirá que no es solamente sexo, estómago e intelecto, sometido a lo que toma como realidad única del mundo. Hay en él un Espíritu eterno, que le habla de otras vidas y otros mundos, que busca por la Intuición o por la Razón. La paz de los hombres es, aún hoy, la de la imprevisión que dirige los pueblos de la Tierra.
La Paz, la verdadera Paz, nace primero del corazón limpio del ser humano. Y solamente Jesús puede purificar el corazón de la Humanidad de todo el odio, porque Jesús es el Señor de la Paz. Y Él mismo, como tantas veces recordó Alziro Zarur (1914-1979), el inolvidable fundador de la Legión de la Buena Voluntad, afirma: “Yo soy el Árbol, vosotros sois las ramas; sin mí nada podréis hacer. No se turbe vuestro corazón ni recele. Yo estaré con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo. Yo no os dejaré huérfanos. Un Nuevo Mandamiento os doy: Amaos los unos a los otros como Yo os he amado. Solamente así podréis ser reconocidos como mis discípulos, si os amareis como Yo os he amado. Nadie tiene mayor Amor que éste: dar la propia Vida por sus amigos”. (Evangelio de Jesús, según Juan, 15: 5, 14: 1 y 18, 13: 34 y 35 y 15: 12 y 13).Debe haber un paradigma para la Paz. ¿Pero de quién? ¿De los gobernantes del mundo? ¡Aun, en la era contemporánea, cuando se ponen a discutirla, sus países se arman progresivamente! Ha sido así la historia de la “civilización”... “Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?” (¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?)
¿Qué tal probarlo?
La LBV humildemente hace una sugerencia: ¿el Planeta quiere vivir en Paz? Entonces que se inspire y viva las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, que es el Señor de la Paz, al punto de decir: “Mi Paz os dejo, mi Paz os doy. Yo no os doy la paz del mundo. Yo os doy la Paz de Dios, que el mundo no os puede dar”. (Evangelio del Cristo, según San Juan, 14:27). Quiere decir: esa Paz existe, no es una utopía. Negarla es negar a Jesús, menospreciar la civilización. Le cabe al ser humano encontrarla, mientras haya tiempo.
La Paz de Dios puede parecerles a los derrotistas algo lejana, de tan bella... Sin embargo, eliminar ese foso depende únicamente de nosotros. No será por parecer distante que debamos dejar de buscarla. Por el contrario, trabajemos por ella ¡ya! Nuestros mayores amigos son los grandes desafíos, pues nos impiden desistir de la Vida. ¡Vamos pues al frente, porque Dios Está Presente!
Todos están profundamente preocupados por la salvajada que predomina en la Tierra; en busca de una solución para por lo menos disminuir la violencia, que salió de los lugares ocultos, de las madrugadas sombrías, pues tomó las calles y los hogares, invadió mentes, vino a la luz del sol. Sin embargo, hoy aumenta el entendimiento de que, si hay violencia, no es sólo problema de los gobiernos, de las organizaciones policiales, exclusivamente, sino un desafío para todos nosotros, sociedad. Si ella salió de la noche oscura y vino a mostrarse a la luz del día, es porque habita en lo íntimo de las criaturas. Existiendo en las almas y en los corazones, se hará presente donde el ser humano esté.
Es necesario desactivar los explosivos que perduran en los corazones.
Se debate en todas partes la brutalidad desenfrenada y se quedan cada vez más perplejos por no encontrar una salida eficiente, a pesar de tantas tesis brillantes. Es que la respuesta no está lejos, y sí cerca de nosotros: Dios, que no es una ilusión. San Pablo Apóstol decía: “Vosotros sois el Templo del Dios Vivo”. Pues bien, Juan Evangelista por su parte, afirmó que “Dios es Amor”. Durante milenios, el Cristo viene enseñando pacientemente y esperando que por fin aprendamos a vivir en comunidad. Se trata de la esperanza, nacida de Su corazón, que es solidaria y altruista, basada en Su Mandamiento Nuevo: “Amaos como Yo os he amado...” (Evangelio de Jesús, según Juan, 13:34), la Ley de la Solidaridad Espiritual y Humana, sin la que jamás el Planeta conocerá la justicia social verdadera.
Sin Amor, nunca conoceremos la Paz.
Conforme escribí en Reflexiones del Alma (Editoral Elevação, página 114), la Paz que logre el desarme jamás será el resultado de meros acuerdos políticos, sino también de una profunda sublimación del espíritu religioso. Muchas veces, los grandes hechos tienen sus raíces en iniciativas simples, pero prácticas y verdaderas, de gente que, con todo el coraje, partió desde la teoría hacia la acción, con la fuerza de la autoridad de sus actos universalmente reconocidos. Valgámonos de esta enseñanza de Abraham Lincoln (1809-1865): “Cuando practico el Bien, me siento bien; cuando practico el mal, me siento mal. He ahí mi religión”. Pues bien, nunca se podrá tildar al viejo Abe de incrédulo.
Los comentarios no representan la opinión de este site y son de responsabilidad exclusiva de sus autores. No se permite la publicación de materiales inadecuados que violen la moral, las buenas costumbres y/o los derechos de terceros. Más información en Preguntas frecuentes.