Jesús y la exaltación a la Vida
El mensaje de la Semana Santa no es el de la ruina, sino el de la victoria. ¡La Victoria sobre la muerte! En El Drama Milenario del Cristo y del AntiCristo, escribió Huberto Rohden (1893-1981): "(...) Cristo siempre resucita, incluso en tumbas cerradas, sigilosamente resguardadas por Sus enemigos. Está prohibido resucitar — pero Él siempre resucita... Sus verdaderos amigos Lo encuentran siempre glorioso, por todas partes, en todos los tiempos".
Realmente, contra todas las perspectivas, venciendo dramas, luchas y guerras, el Celestial Taumaturgo resurge en todo momento en los corazones de Buena Voluntad. Es el triunfo del Amor, que se manifiesta de las más sorprendentes maneras, dando continuidad a la existencia. Porque la Pasión de Jesús no canta a la muerte, sino que exalta la vida, Vida Eterna.
Ahí está. Donde hay vida, dice el refrán, hay Esperanza.
¡Levántate y anda, Humanidad!
En el Evangelio del Cristo, San Mateo relata en los versículos del 1 al 8 del capítulo 9º, que: "entrando Jesús en una barca, cruzó a la otra margen del lago y se dirigió a Su propio pueblo.
Y he aquí que le trajeron a un paralítico acostado en su lecho. Viendo su fe, Jesús le dijo: - Ten buen ánimo, hijo; están perdonados tus pecados.
Pero, algunos escribas decían para sí: `Este blasfema´.
Jesús, conociendo sus pensamientos, preguntó: - ¿Por qué rumiáis el mal en vuestros corazones?
Pues, ¿qué es más fácil decir: `tus pecados están perdonados, o levántate y anda?´
Ahora bien, para que sepáis que el Hijo de Dios tiene autoridad sobre la Tierra para perdonar pecados - ordenó al paralítico: - Levántate, toma tu camilla y ve a tu casa.
Y, levantándose, partió a su casa.
Al ver esto, las multitudes, atemorizadas, daban gloria a Dios, que había dado tal potestad a los hombres".
Que cada ser humano tenga la fe de aquellos que llevaron al paralítico hasta Jesús, a tal punto de conmover al Divino Maestro, que entonces le ordenó: "— ¡Surge et ambula!". — "¡Levántate y anda, Humanidad!”
¡Qué curioso este mundo! Multitudes se consideran cristianas, pero cuando se les habla sobre el Evangelio, hay quien exclama sorprendido: "¿eh?". La impresión es que muchos de ellos nunca abrieron el Nuevo Testamento.
He aquí el caso de la Semana Santa: cómo generaciones y generaciones no analizaron de la manera que deberían el Libro Sagrado. Cuando la sociedad alcanza períodos de transición semejantes a este que vivimos, se percibe de parte de los medios de comunicación muy poca atención al hecho que marca la afirmación del Cristianismo desde sus primeros pasos: ¡la Resurrección de Cristo Jesús!
Además, mucha gente se ha acostumbrado a resaltar en la Semana Santa la imagen de la Crucifixión (muerte) de Jesús, a pesar de que su gran mensaje se encuentre estampado en la Resurrección, que es Vida, y Vida perenne.
El Evangelio no es un libro ocioso. Su mensaje atraviesa Cielo y Tierra. Es urgente que la divina prédica de Jesús lleve a cabo, incluso en los territorios en que ha fijado raíces, su extraordinaria misión: civilizar a la civilización humana con la vivencia del Nuevo Mandamiento del Cristo: "Amaos como Yo os he amado. Solamente así podréis ser reconocidos como mis discípulos" (Buena Nueva según San Juan, 13:34 35). Esta es una obra de paciencia.
Ya decía el filósofo que la más difícil frontera a ser superada es la del cerebro humano, inclusive en las naciones cristianas. Sin embargo, el ánimo y la voluntad de avanzar viene del propio Cristo, quien declaró: "¡Yo vencí al mundo!" (Evangelio según San Juan, 16:33).
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