El Sol nace para todos
El Padre Celestial permanece siempre dispuesto a ofrecernos reiteradas oportunidades, mostrándonos un infinito de bellezas sin igual. Basta ver que envió a Jesús para traernos Su fórmula de elevación espiritual (Evangelio según San Juan, 3:16 y 17), retratada en la perspectiva de Martín Lutero (1483-1546) como el pasaje más conmovedor de la Buena Nueva:
16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que le dio a Su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en ÉL cree no perezca, sino que tenga vida eterna.
17 Porque Dios envió a Su Hijo al mundo, no para que juzgara al mundo, sino para salvarlo.
Ahora bien, de esa Medida Celestial de ascensión moral y espiritual de los seres humanos resultará el definitivo erguimiento social de las masas, si ellas, con convicción, por lo tanto con perseverancia, cumplieran estas enseñanzas de Cristo (Evangelio según San Mateo, 6:33):
— Buscad primeramente el Reino de Dios y Su Justicia, y todas las cosas materiales os serán añadidas.
Ante ese camino magnífico de liberación divina, cuántas veces, por culpa de una simple cuestión, nos olvidamos de las grandezas que el Padre preparó para que no nos atrasemos, quedándonos presos en las garras de la ignorancia.
Todo ha terminado… No, ¡Nada ha terminado!
Muchas veces Usted está desesperado (o desesperada) y exclama: “¡Todo ha terminado! ¡Nada más existe! ”. No obstante, el Sol continúa brillando allá afuera; el aire, circulando a su alrededor; la vida, viviendo... La Humanidad persiste, llena de esperanza. Personas amándose, existiendo, realizando... Aun así, Usted ve y siente todo con amargura, porque se volvió particularmente amargo (o amarga).
Hace dos mil años, no obstante, Jesús advertía:
— Si tus ojos son malignos, ¡qué grandes serán las tinieblas! = (Evangelio según San Mateo, 6:23). [Es decir, ¡Cuán sombría será su suerte!]
Sin embargo, milenios de Cristianismo humano transcurrieron. Y cuando el Maestro se acerca para, a pesar de todas las apariencias contrarias, iluminar, por medios que solo Él conoce, el planeta, con Su Cristianismo total, sublimando realmente la trayectoria terrena, ¿piensas en desistir?... ¿Querer “morirse en la playa”, después de atravesar océanos de luchas y dificultades, que parecían desear ahogarlo (o ahogarla) en la desesperación?
En los momentos de desánimo, recuérdese de estas frases del inolvidable Papa Juan XXIII (1881-1963), que con su conocido alto astral, afirmaba:
— Soy siempre optimista, aun cuando manifiestan cerca de mí una profunda inquietud por el destino de la Humanidad.
El Sol nace para todos. No es el responsable de dar vigor al egoísmo en la Tierra. “¿Quousque tandem, Catilina?”.
Winston Churchill (1874-1965) fue un ejemplo de persistencia. En la hora dramática en que, con mano poderosa, conducía su “pequeña isla” en la resistencia a Adolfo Hitler (1889-1945), su voz se levantaba contra el miedo. Y el pueblo se fortalecía en la férrea decisión de no ceder a los nazis. Esto ya forma parte de la Historia.
Con todo, en estas palabras que retratan bien su fuerte determinación, hasta hoy nos invitan a jamás desanimar:
No desistir,
¡Nunca, nunca, nunca!
En nada, grande o pequeño,
Importante o insignificante...
¡Nunca desistir, nunca!
Acertada medida es, pues, no capitular ante los desafíos de la existencia física y espiritual. Pero entender, por sobre todo, la lección del Educador Celestial tal como Sus Apóstoles la comprendieron: insista siempre un poco más y sentirá que su redención está próxima.
Dijo el Cristo:
— En vuestra perseverancia, salvaréis vuestras almas (Evangelio según San Lucas, 21:19).
Por consiguiente, es provechoso que guardemos esa divina advertencia en el corazón y en la mente en todos los momentos de nuestra vida. De esa forma, caminaremos rumbo a la felicidad eterna de la gloria de Dios.
Jesús es el fuerte mensaje de esperanza en una época de gran desilusión para tantos.
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