El Templo de la Paz y el Día de las Naciones Unidas
En los festejos de un aniversario más del Templo de la Buena Voluntad, que fundé en 1989, recuerdo que en octubre de 2009 en Brasília/DF, Brasil, rendimos tributo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que en aquella fecha cumplía 64 años de existencia. Además, el sentimiento que motivó a la comunidad internacional la decisión de crearla en 1945, es el mismo del TBV: el deseo de Paz.
Breve historial
Después de las atrocidades de la Segunda Gran Guerra, que diezmó y mutiló, física y psíquicamente a millones de personas, liderazgos mundiales buscaban mecanismos que pudieran asegurar la Paz entre los pueblos. Del 25 de abril al 26 de junio de 1945, en la ciudad de San Francisco/EUA, representantes de 50 países elaboraron la Carta de las Naciones Unidas, en la Conferencia sobre Organización Internacional. A propósito, el término Naciones Unidas fue ideado por el presidente norteamericano Franklin Roosevelt (1882-1945). La base del documento nació de las propuestas de las delegaciones de China, de los Estados Unidos, del Reino Unido, de la antigua Unión Soviética, de Francia. El 24 de octubre de 1945 empieza a existir oficialmente la ONU. Imaginemos cuántas y qué tipos de discusiones reservadas para que llegaran a un consenso, incluso en los campos de los devotos y de los laicos —que lo diga Doña Eleanor Roosevelt (1884-1962)— se desarrollaron en los bastidores, de las cuales, por mejor informados que estemos hoy, no tenemos plena conciencia. Si el acuerdo se formalizó en aquella época —después del desalentador fracaso de la Liga de las Naciones, que tanto hizo penar a Woodrow Wilson (1856-1924), después de la Primera Guerra—, ¿por qué las nuevas providencias, auguradas por tantas naciones que ahora se proyectan internacionalmente, escenario en que Brasil se destaca, no serán concretadas? El mundo sin apelación sigue adelante; a veces, sin embargo momentáneamente, retrocede. No permanece detenido.
La Paz no es una utopía
Como contribución al tema, les traigo algo que improvisé y que la Academia Jesús, el Cristo Ecuménico, el Divino Estadista, publicó en parte en la obra La Proclamación del Nuevo Mandamiento de Jesús — La saga heroica de Alziro Zarur (1914-1979) en la Tierra, que el 24 de octubre de 2009, lanzamos en las abarrotadas dependencias del TBV.
(...) Existen aquellos que piensan, como si fuera un fatalismo atribuido por ellos como censura a los místicos, que la guerra es indisociable del ser humano, sin que exista otra posibilidad de progreso rápido. Naturalmente, están equivocados. Tal vez les falte aún la resolución de contraponerse a cualquier obstáculo y pugnar sin recelos por tiempos más pacíficos. Esto requiere una dosis decisiva de ánimo: ir contra aquello que ciertas “costumbres milenarias” en ruinas “decidieron” que era el camino inquebrantable de los pueblos. Pero hay muchos que tienen ese coraje. Sérgio Vieira de Mello (1948-2003) fue uno de ellos. No afirmo que el instinto asesino desaparecerá de una hora para otra de la faz del planeta. Solamente no acepto modelos fatalistas, capitulados como realismo inevitable. Digamos, no obstante, para argumentar, que si la guerra viniese, tendríamos que enfrentarla con la disposición necesaria. Sin embargo, un día la Fraternidad y la Justicia cambiarán mejorando el destino accidentado de las criaturas, de las familias, de las patrias. Cuando la criatura se purifica, todo se transforma a su alrededor.
Fuera de esta postura solidaria, transmitida por una de las mayores figuras que pasaron por este mundo, se vuelve más difícil usufructuar la Paz sin armas, cueste el tiempo que sea necesario para alcanzarla.
Recado Divino
Entonces, para finalizar, enfatizo en el recado divino de un Señor siempre preocupado por ella: “Mi Paz os dejo, mi Paz os doy. Yo no os doy la paz del mundo. Yo os doy la Paz de Dios, que el mundo no os puede dar. No se turbe vuestro corazón ni tengan miedo. ¡Porque Yo estaré con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo!” (Evangelio de Jesús según San Juan, 14:27 y 1; y San Mateo, 28:20). (...)
Aprovecho la oportunidad para saludar a los que dieron brillo a las conmemoraciones del aniversario del Templo de la Paz, así llamado por el veterano periodista Gilberto Amaral, que también estuvo allá.
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