SIDA – El virus del prejuicio agrede más que la enfermedad
El organismo humano es la más extraordinaria máquina del mundo. Pero aún así, falla. No obstante, con Amor, incluso los medicamentos tienen un mejor resultado.
Nuestros Hermanos que padecen del virus VIH y los que sufren de otros males físicos, mentales o espirituales necesitan, en primer lugar, de Amor Fraterno, unido a la debida ayuda médica. Si la persona se siente humanamente amparada, creará una especie de resistencia interior muy fuerte, que la ayudará en la recuperación o en la paciencia ante el dolor. Suelo afirmar que el virus del prejuicio agrede más que la enfermedad.
A los que sufren el abandono al que fueron relegados por antiguos correligionarios, por amigos de charlas intelectuales, e incluso por sus seres más queridos, el confort de estas palabras de Don Paulo Evaristo Arns, cardenal arzobispo Emérito de São Paulo, en su conmovedora obra De la Esperanza a la Utopía — Testimonio de una Vida: “La gracia de Dios no olvida a nadie ni se regula por credenciales. Basta recordar el segundo capítulo del libro del Génesis para sentir cómo el soplo de Dios infunde vida al ser humano y le da como compañera la Esperanza para toda la vida. (...) En fin, el mundo es de Dios, y Dios está presente en el corazón de cada persona, aunque ésta no Lo sienta ni Lo exprese a viva voz. (...) La utopía es la unión de todas las esperanzas para la realización del sueño común. Si realizamos este sueño, habremos construido una nueva realidad”.
Lejos del Amor Fraterno, o Respeto, si así quieren llamarlo, el Ser Humano jamás sabrá vivir en una Sociedad Solidaria Altruista Ecuménica, porque su existencia estará resumida a un terrible “universo”, el mezquino “universo” del egoísmo. Por este motivo, escribió el pensador y sociólogo francés Augusto Comte (1798-1857): “Vivir para los otros es no solamente la ley del deber, sino también de la felicidad”. Se trata de una lección que nadie debe olvidar bajo ninguna circunstancia.
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