Estrella Resplandeciente del Espíritu Materno
Un homenaje a las madres de hijos biológicos, adoptivos, de corazón o de Buenas Obras, estén ellas en la Tierra o en el Cielo de la Tierra.
“Y dijo el Ángel a María Santísima: Yo te saludo, ¡oh, llena de gracia! El Señor está contigo. ¡Bendita eres tú entre las mujeres! [Y Elisabet reitera:] ¡Bendito es el fruto de tu vientre [Jesús]!”
(Santo Evangelio, según San Lucas, 1:28 y 42)
Mis Hermanas y mis Amigos, mis Amigas y mis Hermanos, la maternidad es un sol que no se apaga. Por ello, le ruego a María Santísima, la Divina Madre de Jesús, la Estrella Resplandeciente del Espíritu Materno, que lleve a los corazones humanos el sublime consuelo de su Alma caritativa. El amparo universal hace brillar el elevado concepto de familia que nos debe regir.
A su Amantísimo Corazón, Madre de todas las madres desafortunadas, transcribo este cántico en forma de poesía, del inolvidable poeta portugués Antero de Quental (1842-1891), psicografía de Chico Xavier (1910-2002). ¡Cuántas veces el inolvidable Proclamador de la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo, Alziro Zarur (1914-1979), en la Oración del ¡Ave María!, lo recitó con elocuente emoción! Y mantenemos esta joya en el aire, por la Super Red Buena Voluntad de Comunicación (radio, televisión e Internet), a lo largo de todas esas décadas, para la renovación de las Almas:
REINA DEL CIELO
Excelsa y serenísima Señora,
que eres toda Bondad y Complacencia,
que diseminas los efluvios de la Clemencia,
¡por caminos de lirios hechos de aurora...!
Ampara al que anhela, lucha y llora,
en el amargo laberinto de la existencia.
Sé nuestra divina providencia
y nuestra protección de cada hora.
¡Oh! Ángel Tutelar de la Humanidad.
Que esparces alegría y claridad
sobre el mundo de tinieblas y gemidos.
Tu amor, que llena los cielos ilimitados,
es la luz de los tristes y de los desterrados,
¡esperanza de los pobres desamparados...!
El corazón de una madre no huye del Dolor de su Hijo
Nunca faltarán palabras para homenajear a María Santísima, Madre de Jesús, Madre Universal de la Cristiandad, Madre Cósmica de la Humanidad, por toda la abnegación de su Espíritu, desde el anuncio celestial hecho por el Ángel Gabriel, cuando la sierva de Dios supo que su vientre sería un refugio de luz para el Salvador de los Pueblos (Evangelio, según San Lucas, 1:26 al 38). Por creer tanto en Su Poder y Autoridad, ella Lo incentivó a realizar el primer milagro, en la boda de Caná (Buena Nueva, según San Juan, 2:1 al 11). Vio crecer los hechos divinos del Maestro Jesús y, como buena madre que era, orgullosa de las maravillas que testimoniaba, “guardaba todas esas cosas en su corazón” (San Lucas, 2:51).
Y, en el momento crucial del Sublime Ministerio del Cristo, valientemente soportó, al lado de su Amado Hijo, el indescriptible martirio que Él sufrió.
El Coraje Femenino
¡Mujer! Sinónimo de fortaleza, valentía y compasión... Seguramente por ello Jesús contó con el extraordinario apoyo de incontables heroínas, como María, llamada Magdalena, Juana de Cusa, Susana, Marta y María, hermanas de Lázaro —a quien el Sublime Amigo resucitó—, además de tantas otras que el Evangelio no registra, pero el Espíritu de Dios inmortaliza. En el momento de la crucifixión, todas valientemente acompañaban a María Santísima, mientras los hombres, excepto San Juan el Evangelista, asustados, se escondían. Después, vinieron a redimirse. Además, en el trágico momento en el Gólgota, ellas fueron las que permanecieron al lado del Divino Resucitado:
—Y frente a la cruz estaban la Madre de Jesús, su hermana y también María Magdalena, y María mujer de Cleofas.
Jesús (San Juan, 19:25)
De este modo, en el Regreso Triunfal del Taumaturgo Celestial al planeta Tierra —como se anuncia en Su Santo Evangelio y en Su Apocalipsis Redentor, ya que Él viene a dar “a cada uno conforme a sus obras” (Buena Nueva, según San Mateo, 16:27 y Apocalipsis, 22:12)—, aquellas mujeres tendrán la gloria de estar al frente del equipo de recepción. Ellas y todos los que son capaces, por la fuerza del Amor Fraterno, de traspasar los peligros y no deshonrar a su Maestro. Aseguró Jesús:
—Todo aquel que me testimonie delante de los hombres, Yo también lo testimoniaré delante de mi Padre que está en los Cielos; y aquel que me niegue delante de los hombres, Yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los Cielos.
Jesús (San Mateo, 10:32 y 33)
Me gusta mucho este significativo proverbio judío sobre las madres:
—Dios no podía estar en todas partes, así que creó a las madres.
Jesús y las Madres
Para concluir, dedico a quienes me honran con su lectura la oración Jesús y las Madres, que escribí en homenaje a las que habitan el Cielo y la Tierra:
¡Oh, Jesús!
Tú que eres el Seguro Refugio de los afligidos,
escucha la voz de las Madres
que a Tu Cariño elevan
el clamor de sus súplicas.
Aplaca, Señor, sus dolores,
pues cada una de ellas,
¡oh, Divino Amigo!,
reconoce en Tu Corazón
su buen destino;
en Tu Santa Voluntad, la fuerza
que no les permite sucumbir.
Y en Tu Sabiduría contemplan,
las Madres de la Tierra y del Cielo,
la educación que anhelan para los hijos.
En Ti, Jesús, ellas, cuando sufren,
tienen la seguridad del consuelo
que, en general, el mundo no les puede brindar,
porque poco aún tiene para darles.
Escucha, Hijo Celestial de María Santísima,
la invocación de los corazones maternos,
porque Tú, Jesús, eres la Esperanza que nunca muere.
Mejor que eso: la Convicción que no las deja perder el aliento.
Y que así, en Ti,
sea eternamente,
¡oh, Divino Proveedor de nuestras vidas!
¡Amén!
Ampara, ¡oh, Madre Adorada!, a los pueblos de la Tierra, guiándolos hacia la Paz de Dios.
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