El Ecumenismo que vence odios y contiendas

En una entrevista que concedí a la periodista portuguesa Ana Serra, sobre mi libro Reflexiones del Alma, publicado en 2008, en tierras lusitanas por la Editorial Pergaminho, afirmé:

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Educar con Fraternidad Ecuménica es un servicio que exige ideal, tiempo y decisión constante. Como ilustró el Nobel de Literatura de 1998, José Saramago (1922-2010), durante una visita a Brasil, “no cambiaremos la vida… si no cambiamos de vida”.

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En la obra Ciudadanía del Espíritu (2001), cito unas palabras de Malcolm X (1925-1965), uno de los grandes líderes negros norteamericanos, muy apropiadas para esta parte de la entrevista. Al superar los reveses de su existencia inicialmente violenta y, luego una vida muy sufrida, declaró: “Las únicas personas que realmente cambiaron la historia fueron las que cambiaron el pensamiento de los hombres sobre sí mismos”.

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Su ejemplo aquí es corroborado por sus actitudes. Cuando viajó a La Meca, se dio cuenta que era posible convivir con personas de diferentes orígenes, opuestamente a lo que pensaba. Al regresar a los Estados Unidos, para sorpresa de muchos, comenzó a dirigirse no solo a los afrodescendientes, sino a las diferentes etnias, algo que el notable pastor norteamericano Martin Luther King Jr. (1929-1968), líder carismático, ya había comprendido y practicaba.

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Continuando con el poder de las relaciones sociales entre religiones, partidos políticos, comunidades, países, sigo con el libro Ciudadanía del Espíritu aclarando un punto importante: el poder se ejerce con moderación e integridad de carácter. Una Ley perfecta es la que incluye Amor y Justicia. Es decir, energía benéfica, lo que no significa consentimiento con la impunidad, que resulta en caos. Confucio (551-479 a. C.) dijo, y me gusta repetirlo: “Pague la Bondad con la Bondad, pero el mal con la Justicia”.